El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA, centro del CSIC) ha comenzado a estudiar en la finca de Castro Enríquez (Salamanca) el cultivo de la trufa en asociación con las encinas.
A lo largo de los próximos cinco años, los investigadores experimentarán con este hongo, que favorece el desarrollo del emblemático árbol de las dehesas a la vez que puede convertirse en un nuevo recurso económico dado su alto valor en el mercado.
La simbiosis con la trufa es “sumamente importante para el desarrollo de la encina”, explica Ignacio Santa Regina Rodríguez, investigador principal de este proyecto, titulado ‘Análisis de la implementación y evolución de la encina (Quercus rotundifolia Lam) micorrizada con trufa negra (Tuber melanosporum Vitt.), en el marco del proyecto “I+DeheSa” desarrollado en la Finca de Castro Enríquez de la Diputación de Salamanca’.
Habitualmente, las encinas se asocian con hongos conocidos como micorrícicos o micorrizas, que le proporcionan ciertas ventajas, y uno de ellos es la trufa negra o trufa de Perigord (Tuber malanosporum). Su presencia favorece la supervivencia de la encina debido principalmente a que aumenta el desarrollo de sus raíces, lo que facilita la entrada de agua y componentes minerales. Además, le confiere cierto grado de protección frente a los metales pesados contaminantes del suelo y aumenta su resistencia a la sequía y las bajas temperaturas, sobre todo en las primeras etapas del desarrollo.
Asimismo, el hongo también protege a las raíces de ciertas enfermedades provocadas por microorganismos patógenos del suelo, principalmente mediante la intervención de inhibidores químicos que actúan de modo antibiótico frente a parásitos de la raíz (Phytophthora, Pythium, Fusarium, Alternaria). En muchos lugares, las encinas están sufriendo una enfermedad conocida como la seca, un problema que parece estar relacionado con estos patógenos y que está comprometiendo el futuro de la dehesa como ecosistema.
Las jóvenes plantas de reforestación son las más beneficiadas por esta simbiosis entre las raíces y el hongo y el propósito de la investigación del IRNASA es demostrar científicamente todas estas ventajas en la provincia de Salamanca. Por eso, dentro del proyecto se ha puesto ya en marcha una prueba piloto experimental en una parcela de una hectárea de extensión dentro de la finca de Castro Enríquez.
El pasado mes de marzo se plantaron más de 300 encinas que fueron micorrizadas en vivero, además de otras sin el hongo que servirán de control. Sin embargo, las diferencias se han empezado a ver muy pronto: “Sólo se han perdido ejemplares no micorrizados, así que el efecto parece claro”, apunta Ignacio Santa Regina. En cualquier caso, gracias al convenio entre la Diputación y el IRNASA, el proyecto se prolonga hasta 2019 para obtener datos verdaderamente significativos y no sujetos a las circunstancias de un año en particular.
En principio, las condiciones de los suelos salmantinos no son óptimas para el desarrollo de la micorrización de la encina con trufa negra, debido especialmente al pH del suelo, que es ácido. Por ello, se ha llevado a cabo un encalado del suelo para elevar su pH de forma que Tuber melanosporum se pueda desarrollar. Aunque tradicionalmente en la provincia se podían encontrar algunas trufas, se trataba de las conocidas como terfezias, de mucho menos valor que la trufa negra, que llega a pagarse a cientos de euros el kilo. Por eso, si los resultados de esta iniciativa son positivos, se puede añadir un valioso recurso económico a las dehesas.
Por esta razón, será muy importante el seguimiento de ciertos parámetros tanto biológicos como fisicoquímicos a través de muestreos regulares que se analizarán en el IRNASA: la evolución de los niveles de pH, que se podrían ir acidificando de nuevo; la detección de la trufa negra en el suelo, su distribución y profundidad a través de la técnica conocida como PCR; o el estudio de los microorganismos del suelo mediante el análisis de ácidos grasos.