La resiliencia es la capacidad de hacer frente a sacudidas y presiones a largo plazo, incluidas las desconocidas y poco imaginables, como el estallido de la crisis de COVID-19.
Investigadores vinculados al proyecto europeo SURE-Farm (Towards Sustainable and Resillient European Farming Systems), en el que participa la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) a través del Centro de Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (CEIGRAM), han evaluado cómo diferentes sistemas agrarios del continente estuvieron expuestos a la primera ola de la pandemia, qué capacidades de resiliencia revelaron y cuál fue el papel del entorno social e institucional.
Sus conclusiones, publicadas en la revista Agricultural Systems, muestran que el impacto de la COVID-19 resultó limitado en la producción y distribución de alimentos y otros productos agrarios.
Los 11 sistemas agrarios que ha examinado el grupo de investigadores, entre los que figuran Isabel Bardají y Bárbara Soriano, profesoras de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB), venían siendo objeto de estudio desde 2017 en el marco del proyecto SURE-Farm, financiado por el programa europeo Horizonte 2020. Esto les ha permitido comparar la situación previa y posterior al desencadenamiento de la crisis sanitaria global.
Mientras que los hallazgos anteriores a la COVID-19 provienen de la evaluación sistemática de la sostenibilidad y la resiliencia efectuada por el proyecto desde su comienzo, para estudiar el impacto de la pandemia se llevó a cabo una recopilación específica de datos cualitativos durante la etapa de los confinamientos iniciales, en la primavera de 2020.
En concreto, los investigadores se centraron en las restricciones y la exposición del sistema agrícola, las acciones tomadas por los actores del sector como respuesta, el papel del entorno (disponibilidad de recursos y apoyo institucional) y las discusiones y reflexiones provocadas por la crisis.
COVID-19 y sistemas agrarios
Los autores del estudio sostienen que el impacto limitado causado por la pandemia se debió a la poca exposición o la activación ágil de las capacidades de resiliencia de los sistemas agrarios en combinación con un entorno institucional favorable.
Las capacidades reveladas se basaron principalmente en la cooperación ya existente entre los agricultores y ganaderos y, de forma más amplia, en las cadenas de valor del sistema agroalimentario. En cuanto a los debates generados en el sector, los temas recurrentes que recogieron los investigadores son la necesidad de cadenas más cortas (regionales frente a transnacionales), más equidad con los productores y menos dependencia de los trabajadores migrantes temporales.
Lógicamente, existen diferencias entre los casos estudiados. Así, la mayor exposición y sensibilidad se observó en el sistema extensivo de ovino en el noreste de España (en la provincia de Huesca) y en el sistema mixto a pequeña escala en el noreste de Rumanía, principalmente debido a las ventas severamente interrumpidas a restaurantes y mercados, respectivamente. En todos los casos, sin embargo, se emprendió una amplia variedad de acciones.
Las similitudes fueron los programas de apoyo financiero de los gobiernos y los intentos de establecer canales de venta en línea y servicios de entrega a domicilio. Además, en muchos sistemas agrarios, las cooperativas jugaron un papel relevante. Por ejemplo, en el citado caso español, las cooperativas mantuvieron los precios en la explotación a un nivel razonable estimulando el consumo nacional y desarrollando nuevos mercados.
El sector muestra debilidades
Los investigadores cuestionan que los actores de los sistemas y su entono centren por lo general sus preocupaciones en los problemas inmediatos, sin considerar suficientemente las amenazas a largo plazo, como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad. Aunque ha logrado afrontar la crisis de la COVID-19, el sector muestra debilidades.
La comparación con los hallazgos del proyecto previos a la pandemia muestra similitudes en la mayoría de los casos. Si desafíos como la escasez de mano de obra ya se vislumbraban con anterioridad a la crisis de la COVID-19, se revelaron más acuciantes tras el primer confinamiento, advierten los investigadores.
Además, insisten en que la pandemia ha confirmado la importancia de poner el foco en los atributos de la resiliencia. En los casos con alta conectividad y diversidad, encontraron que estas cualidades ayudaron significativamente a lidiar con la crisis.
Por todo ello, los autores del estudio concluyen que la capacidad de transformación de los sistemas agrarios debe mejorarse y estimularse activamente a través de un entorno propicio.
Sus recomendaciones incluyen la provisión de recursos específicos para una transición deseada (por ejemplo, conocimiento innovador), junto a reformas institucionales formales e informales que brinden un sentido claro de dirección y que permitan, en lugar de impedir, los cambios necesarios para mantener los bienes y servicios públicos que provee el sector agroalimentario.
Fuente: UPM,
Artículo de referencia: https://www.upm.es/?id=ee9effd62c24a710VgnVCM10000009c7648a____&prefmt=articulo&fmt=detail,