Así, según UNEP, “cuando se busca optimizar el impacto medioambiental del embalaje, es importante considerar el ciclo de vida completo de ese producto, desde la extracción de las materias primas que se utilizan en su fabricación hasta su destrucción o eliminación, y no sólo atender a una única característica del envase y/o a una sola etapa del proceso”.

En este sentido, los análisis de ciclo de vida ayudan a pasar de una visión centrada en una única característica medioambiental, por ejemplo, el material del que está fabricado el envase, a una visión completa. En el caso del material, el plástico ha sido tradicionalmente cuestionado por no ser biodegradable; sin embargo, si se analiza el ciclo de vida del envase de plástico, se comprueba, por ejemplo, su durabilidad y sus posibilidades de reutilización, lo que permite ahorrar recursos porque se necesita fabricar menos envases.

En cualquier caso, el informe de UNEP deja claro que “no existen datos generales sobre lo que hace preferible un sistema de envasado sobre otros en términos de materiales o atributos de diseño”. De ahí que aconseje el ACV para realizar las evaluaciones y comparaciones que permitan decidir sobre el empleo de uno u otro sistema de envasado en función del producto que se vaya a envasar o de la cadena de suministro correspondiente.

Sin embargo, UNEP sí señala que, “si se aplican los criterios de la gestión de residuos, la reutilización es preferible al reciclaje o la incineración”. Así, en una comparativa entre envases reutilizables y de un solo uso, según UNEP, “los reutilizables pueden tener menos impacto medioambiental que los de un solo uso”.

Esta posibilidad ya ha sido confirmada por algunos análisis de ciclo de vida previos aplicados a los sistemas de envase y embalaje de alimentos y que cita el documento de UNEP. Es el caso del estudio del Instituto Fraunhofer de Alemania (2009), que analiza, desde el punto de vista del ciclo de vida, los tres sistemas más frecuentes utilizados en Europa para el transporte de frutas y hortalizas en la distribución agroalimentaria, esto es, envases y embalajes de plástico reutilizables, de madera y de cartón, estos dos últimos, de un solo uso.

Y concluye que los primeros son los que generan menos impacto ambiental, entre otros factores porque se pueden reutilizar hasta en 100 ocasiones (5 ocasiones al año durante una vida útil de 20 años); y, por tanto, se necesita fabricar muchas menos cajas de plástico que de cartón o madera. Según este estudio, publicado este mismo año en la prestigiosa revista científica International Journal of Life Cycle Assessment, esto conlleva que se consuman menos recursos -energía, agua, materias primas- y, además, que se emitan menos emisiones de CO2 a la atmósfera, entre otros impactos ambientales.

En definitiva, el informe de UNEP sienta las bases para establecer el análisis del ciclo de vida como la metodología más eficiente para determinar el impacto ambiental de los productos y la mejor opción al comparar alternativas. Advierte, sin embargo, de la necesidad de realizar los estudios con el rigor suficiente y atendiendo a su complejidad. Y, como se puede comprobar, existen ya análisis de ciclo de vida aplicados a sistemas de envases y embalajes para la distribución agroalimentaria que confirman que los sistemas basados en la reutilización son más sostenibles.

La Asociación de Operadores Logísticos de Elementos de Transporte Reutilizables Ecosostenibles (ARECO) engloba a las principales empresas del sector de alquiler de envases, contenedores y pallets para el transporte de alimentos en la distribución agroalimentaria, IFCO SYSTEMS, Euro Pool, Logifruit, CHEP y LPR. Se fundó en 2010 con el objetivo de promover la reutilización para fomentar la sostenibilidad medioambiental y económica.



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