Una de las predicciones del Cambio Climático Global (CCG) es que existe una alta probabilidad de que en este siglo las sequías impacten más severa y frecuentemente sobre una cantidad de ecosistemas terrestres, acompañando el aumento de la temperatura. Sin embargo, no todos los ecosistemas responden igual, y la ciencia aún no ha podido explicar las causas de esas diferencias ni entender qué factores hay detrás de esas respuestas. Ponerlos en claro será clave no sólo para conocer mejor cómo funciona el mundo que habitamos, sino también para entender y mejorar el manejo de los sistemas productivos.
En este sentido, las redes de experimentos coordinados (RECs) abren una nueva perspectiva, tal como lo señala Laura Yahdjian, investigadora adjunta del CONICET, profesora adjunta de la cátedra de Ecología (FAUBA) y miembro del comité científico de la Drought-Net. “Esta es una nueva red internacional de experimentos coordinados que tiene como objetivo estudiar la sensibilidad, o la respuesta, de los ecosistemas terrestres a los eventos de sequía. Así como vemos que, en el marco del CCG, aumentan la temperatura y el CO2 en la atmósfera, también estamos viendo que crece la frecuencia y la intensidad de los eventos de sequía. Si bien los distintos ecosistemas del planeta reaccionan de formas diferentes, en general las sequías los afectan a todos en algún momento. De ahí nuestra preocupación por ver cuán sensibles son los distintos sistemas y a qué se deben esas diferencias.”
A cada sistema le llega su sequía
Los pronósticos del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Global) indican que en este siglo, las áreas más afectadas por la sequía serán el sur y el centro de Europa, la región mediterránea, el centro de América del Norte, América Central y México, el noreste de Brasil y Sudáfrica. Al respecto, Laura explica: “La frecuencia de sequías está aumentando en todo el planeta, sobre todo en las regiones áridas. En un futuro no muy lejano, tanto los sistemas naturales como los productivos se van a ver afectados en mayor o menor medida, y esto va a tener consecuencias sobre la agricultura, la ganadería, la producción de madera, el suministro de agua, la salud humana, la producción de energía, etc. Los seres humanos dependemos de los sistemas naturales, y de ahí la necesidad de aumentar nuestro conocimiento de su funcionamiento y sus respuestas a la sequía.”
Detrás de la pregunta ¿Cómo responde un ecosistema a la sequía? existen al menos dos intereses. Desde el punto de vista de la ciencia, se busca tratar de esclarecer una curiosidad genuina acerca de los mecanismos de estas respuestas. En otros casos —no necesariamente contrapuestos— se tiene una preocupación aplicada, productiva, y así lo explica la científica: “Nuestra investigación tiene una aplicación muy concreta. Como los sistemas productivos se rigen por las mismas leyes que los naturales, mucho de lo que sabemos o podemos predecir en relación a los cultivos o a las capacidades productivas de los ecosistemas las ‘sacamos’ primero de la naturaleza. Los conocimientos que vamos a obtener al poner en marcha la red nos servirán para entender mejor todos los ecosistemas, incluidos los productivos.”
La red
Las redes de RECs son ideales para realizar estudios comparativos a distintas escalas, desde una región particular hasta el planeta entero ya que, a diferencia de los experimentos tradicionales, que se llevan a cabo en sitios específicos y con metodologías diferentes, los coordinados usan una metodología común estandarizada. “Que los experimentos individuales de sequía sean difíciles de comparar no significa que los estudios anteriores no sirvan. Por el contrario, nos han permitido conocer cómo la sequía afecta el crecimiento de las plantas. Por ejemplo, la bibliografía indica que ese impacto es más grande en los sistemas húmedos que en los áridos, donde las lluvias son naturalmente muy variables; un año llueve muy poco, otro llueve mucho, otro llueve normal. Al haber evolucionado en estas condiciones, los organismos sufren menos las sequías que aquellos que lo hicieron con precipitaciones homogéneas y abundantes todos los años. Del mismo modo, algunos estudios previos muestran que los ecosistemas más diversos se ven menos afectados por la sequía que aquellos que tienen pocas especies. Estas hipótesis se podrán comprobar muy bien con nuestra red ya que vamos a poder comparar los resultados de sitios distribuidos en un amplio rango de ecosistemas (desde áridos hasta húmedos y desde poco diversos hasta muy diversos, como las selvas).”
“Nuestra red Drought-Net va a cubrir virtualmente todo el planeta, desde China a Estados Unidos, África, Australia e Europa; incluso Argentina”, señala Yahdjian, y agrega: “Todos los experimentos empezarán al mismo tiempo, durarán varios años, serán a campo y emplearán los mismos protocolos de mediciones y metodologías. Usaremos parcelas de 4 a 6 m2, cubiertas con techos transparentes que interceptan parte de la precipitación. Al reducir la cantidad de lluvia que llega al suelo estaremos simulando un evento de sequía. Luego compararemos los resultados obtenidos en esa situación contra los de un tratamiento control que recibirá todas las lluvias del año. ¿Qué variables vamos a registrar? Entre otras, las relacionadas con la biodiversidad, la productividad y las redes tróficas de los ecosistemas. Confiamos en que las diferencias que se observen dependerán de la cantidad de lluvia que llegue al suelo”.
En la actualidad, esta red cuenta con 60 sitios en todo el mundo. Si bien la mayoría está en Estados Unidos y Europa, en Sudamérica existen 17, de los cuales 14 se ubican en Argentina, cubriendo desde la Patagonia hasta la Región Pampeana, Cuyo y el centro del país. “Cada uno de estos sitios va a estar a cargo de un grupo de investigación distinto”, aclara Laura, y continúa: “Esta es una característica de las redes de experimentos coordinados. Este punto es clave a la hora de interpretar los resultados porque cada grupo conoce profundamente los sistemas en los que trabaja. Los investigadores a cargo de los experimentos en Argentina pertenecen al INTA, al CONICET y a Universidades Nacionales”, comenta Yahdjian. “Además, estamos contemplando en el futuro agregar nuevos sitios experimentales que incluyan sistemas productivos. De hecho, sabemos que algunos de los grupos de investigación van a incorporar cultivos”.
La red Drought-Net no es la primera red de experimentos coordinados, pero probablemente sí la más nueva. Otros ejemplos de redes de experimentos en ecología y ciencias ambientales actualmente en marcha incluyen, por ejemplo, a la NutNet (Nutrient Network) y a la LTER (Long-Term Ecological Research). Por su parte, Laura Yahdjian explica así el nacimiento de la Drought-Net. “La iniciativa y el proyecto original surgieron de un grupo de investigadores estadounidenses. El financiamiento proviene de la NSF (National Science Foundation), entidad que aporta los fondos para la mayoría de las investigaciones en los Estados Unidos. Estos fondos estarán destinados principalmente a organizar reuniones científicas en las que los investigadores de la red discutiremos temas como el mejor diseño de los experimentos, los protocolos más convenientes, cómo vamos a compartir los resultados o cómo los vamos a analizar. En cuanto a los experimentos en sí, cada grupo los financiará en sus propios sitios de estudio. La luz verde de largada se encenderá a fines de este año. Mientras tanto, esperamos que el proyecto siga creciendo y sumando más grupos de investigación y sitios experimentales.”