En el estudio, publicado en Science, se realizó una evaluación cuantitativa sistemática fijándose en los procesos de descomposición de la hojarasca y se descubrió una limitación de nutrientes importante en los sistemas no afectados.
Para conocer el estado de ríos y arroyos de agua normalmente se mide la temperatura, la acidez y la concentración de nutrientes. Además se observa la población de larvas de insectos y otros organismos del lecho fluvial, la comunidad de macroinvertebrados bentónicos, para extraer la información necesaria.
En este estudio, investigadores coordinados por el University College de Cork y la Universidad Nacional de Irlanda profundizaron en este ámbito y descubrieron que una reducción drástica de la velocidad de descomposición denota una limitación importante de nutrientes en sistemas no afectados que genera una estimulación intensa en sistemas medianamente alterados y una inhibición en torrentes muy contaminados.
El profesor Mark Gessner del Instituto Federal Suizo de Ciencia y Tecnología Acuática (EAWAG) y coautor del estudio afirmó que las medidas actuales ya no sirven para evaluar el conjunto del ecosistema. “Del mismo modo que un paciente puede estar enfermo sin necesidad de tener fiebre, los ríos y los arroyos pueden presentar muy distintos problemas como ecosistemas”, explicó el investigador, ahora miembro del Instituto de Biología Integrativa (Suiza) y del Instituto Leibniz para la Ecología del Agua Dulce y la Pesca en Aguas Continentales (Alemania). Añadió que el mecanismo de los procesos característicos de los sistemas naturales también influye sobremanera en la salud de los ecosistemas.
La descomposición de la hojarasca supone un punto clave del estudio. “La hojarasca es la principal fuente de sustento para las redes tróficas de los arroyos y posee suma importancia para el metabolismo del sistema al completo“, afirmó el profesor Gessner. Los hongos microscópicos y los macroinvertebrados bentónicos contribuyen a descomponer la hojarasca.
El equipo utilizó redes que llenaron con hojas de roble y aliso en arroyos de Francia, Irlanda, Polonia, Portugal, Rumanía, España, Suecia, Suiza y Reino Unido. Calcularon el tiempo que tardó en descomponerse media bolsa de hojarasca. También midieron la cantidad y la diversidad de especies de macroinvertebrados bentónicos y la concentración de compuestos de nitrógeno inorgánico y de fosfatos.
Según el equipo, el agua con un contenido bajo de nutrientes posee pocos organismos que aprovechen la hojarasca con eficiencia. Además las condiciones que se dan en aguas muy ricas en nutrientes no son las adecuadas para este tipo de organismos. Por ello la velocidad de descomposición fue baja en ambos casos. Tampoco encontraron relaciones entre la concentración de nutrientes, los macroinvertebrados y la velocidad de descomposición en concentraciones medias de nutrientes.
Una descomposición más rápida de la hojarasca podría deberse a la existencia de desequilibrios provocados por los nutrientes en casos en los que los métodos convencionales apuntan a una calidad del agua adecuada. En palabras del profesor Gessner: “Solo "medir la temperatura del paciente" no es en absoluto una manera fiable de comprobar la salud de los ríos y los arroyos de Europa. La evaluación moderna de los ecosistemas de agua dulce precisa un tipo de diagnóstico diferencial que se da por hecho en la medicina: la identificación de las causas subyacentes a los síntomas en función de una serie de criterios adicionales. En este sentido, procesos como la descomposición de la hojarasca pueden ser resultar de gran utilidad”.