El agua de lluvia que cayó en algunos pueblos de Zamora el otoño pasado trajo un extraño pasajero: una microalga verde que se torna rojiza ante situaciones de estrés. Cuando se depositó sobre los pilones y abrevaderos, las aguas no tardaron en teñirse de rojo.
Investigadores de la Universidad de Salamanca han aclarado este fenómeno, aunque no el misterioso origen de las pequeñas algas, que también utilizan la industria farmacéutica, alimentaria e incluso automovilística.
Las aguas del abrevadero de Fuente Encalada (Zamora) se tiñeron de rojo por la presencia del alga Haematococus pluvialis, traída por la lluvía.
Cuando en 2014 se tiñeron las aguas de rojo en los blancos abrevaderos de Fuente Encalada, en Zamora, sus vecinos quedaron sorprendidos.
Enseguida pensaron que alguien había arrojado algún vertido, o incluso que podría ser fruto de contaminantes lanzados desde aviones. Tampoco faltaron los que se acordaron de las plagas bíblicas.
La causante de la tinción rojiza es ‘Haematococus pluvialis’, una microalga capaz de sintetizar un carotenoide.
La noticia llegó al pueblo de al lado, Ayoó de Vidriales, y uno de sus habitantes, Joaquín Pérez, decidió recoger agua de lluvia para hacer un seguimiento del fenómeno durante el otoño e invierno pasados.
No había duda: unas pequeñas partículas aparecían en el fondo y los bordes de los recipientes, coloreando el líquido de rojo.
Para resolver el misterio, el curioso vecino decidió mandar algunas muestras a científicos de la Universidad de Salamanca.
Ahora se acaban de publicar los resultados en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural.
“La causante de la tinción rojiza es Haematococus pluvialis, una microalga verde dulceacuícola, que es capaz de sintetizar un pigmento caroteno rojo, la astaxantina, bajo condiciones de estrés”, explica el geólogo Javier Fernández-Lozano, coautor del trabajo.
La microscopía óptica ha permitido observar el complejo ciclo vital de estas algas unicelulares, que en unas fases pueden moverse con flagelos, y en otras enquistarse, volviéndose rojas, cuando las condiciones son desfavorables. Esto ocurre, por ejemplo, en presencia de luz solar, que aún se refleja más en los fondos blanquecinos.
Hasta ahora la distribución de esta microalga era conocida en masas de agua del hemisferio norte, sobre todo en Norteamérica y la fachada atlántica europea, pero destacaba su escasa presencia en ambientes perimediterráneos, como Zamora.
“Lo curioso es que hemos comprobado que en el lago de Sanabria y en los embalses del entorno de Ayoó de Vidriales no aparece esta especie –dice Fernández-Lozano– así que de algún lugar tienen que venir”.
Para tratar de averiguarlo, los investigadores analizaron los datos meteorológicos, sobre todo los vientos, correspondientes a los días de la ‘lluvia roja’.
Sus resultados revelan una vinculación con los vientos dominantes de componente oeste que afectaron a la parte noroccidental de la península ibérica durante el otoño de 2014, pero no se ha podido precisar la fuente exacta de donde partieron estos microorganismos. Incluso podrían venir desde Norteamérica.
Salmónidos más rojos y reducción de CO2
El uso de Haematococus pluviali se ha extendido en los últimos años en la industria farmacéutica, sobre todo por sus propiedades antioxidantes, así como en las piscifactorías como alimento para salmones y truchas, que refuerzan así el color rojo de su carne. También los flamencos presentan su tono rosáceo gracias a esta alga, que no es tóxica.
Recientemente, el fabricante de motocicletas Yamaha también ha logrado reducir las emisiones de CO2 de sus fábricas gracias al uso de esta pequeña alga. Lo ha conseguido inyectando ese dióxido de carbono en grandes piscinas llenas de Haematococus.
Otros géneros de microalgas, aunque marinas, son responsables de las mareas rojas que a veces proliferan en estuarios o zonas costeras de todo el mundo, desde Galicia hasta California o Australia. Sin embargo, no son tan frecuentes las ‘lluvias rojas’.
La más famosa fue la de Kerala, en la India, que ocurrió durante el verano de 2001 y se ha repetido después en el sur del país y Sri Lanka. Los estudios científicos han confirmado que el alga Trentepohlia está detrás del fenómeno, descartando un origen extraterrestre o panspérmico como llegaron a sugerir algunos investigadores.