El río Júcar discurre 498 km por Castilla-La Mancha y la Comunidad Valenciana. Nace en Tragacete (Cuenca) para desembocar en Cullera (Valencia), en el Mediterráneo. El escritor Vicente Blasco Ibáñez retrató en su popular novela "Entre naranjos" el "modus vivendi" de la ribera del Júcar; gracias a un clima benigno, campos fértiles y un río generoso la población pudo destinar sus cosechas al comercio y no a la mera subsistencia, como sostiene Concha Baeza.
El Sucro, como lo denominaban los romanos, fue clave en el desarrollo económico de la costa mediterránea. También en otras metrópolis del mundo los ríos han sido el factor que ha inducido a la sedentarización con la irrupción de la agricultura: Nueva York (Hudson), Londres (Támesis), Roma (Tíber), París (Sena), Colonia (Rin)…
Sin embargo, actualmente, el río Júcar es el más contaminado "con diferencia" por el uso de plaguicidas de toda la geografía nacional según el informe "Ríos Hormonados" (vea aquí el documento) publicado por la organización Ecologistas en Acción, el pasado mes, a partir de análisis elaborados por las confederaciones hidrográficas. El estudio revela, además, que la contaminación de esta cuenca se ha incrementado notablemente en los últimos cuatro años.
El documento afirma que las cuencas hidrográficas más contaminadas son aquellas en las que se desarrolla una agricultura "más intensiva" que utiliza "venenos" para cultivar alimentos. El "mejor ejemplo", sostiene el informe, es la cuenca del río Júcar en la que se detectaron 34 de los 57 plaguicidas analizados, 22 de ellos prohibidos y 21 posibles disruptores endocrinos en 2016.
"Varias sustancias, como el DDT, el clorpirifós o el endosulfán, se detectan muy frecuentemente y algunas en concentraciones muy por encima del límite permitido", según dictamina el documento. Se trata de pesticidas que permanecen a largo plazo en el ecosistema y cuyo contacto prolongado con el ser humano puede derivar en problemas de salud y enfermedades del sistema inmune cuando se instalan en la cadena trófica.
España es el país europeo que más pesticida utiliza: un 20% del total de los vendidos en Europa, 78.800 toneladas en 2014. Esto ocurre a pesar de que la contaminación de los ríos y, por ende, la contaminación agrícola provocada por uso de plaguicidas y fitosanitarios está entre las cinco cuestiones ambientales que más preocupan a los ciudadanos europeos, según el último Eurobarómetro sobre Medio Ambiente.
Y ahora justamente con el arranque de la primavera, en los primeros diez días, desde el 20 al 30 de este mes, se celebra la semana sin pesticidas. El Pacto del Botánico también ha incluido entre uno de sus objetivos potenciar la agricultura agroecológica. Así que la preocupación por este tema es cada vez más importante. La revolución verde que se produjo en los años sesenta e implicó un enorme crecimiento de la productividad agrícola ahora se debe sustituir por otro tipo de revolución que elimine lo que en su día fue el elemento que provocó todo un cambio radical en la forma de producción: los pesticidas.