Agua dulce es agua que se encuentra naturalmente en la superficie de la Tierra en capas de hielo, campos de hielo, glaciares, icebergs, humedales, lagunas, lagos, ríos y arroyos, y bajo la superficie como agua subterránea en acuíferos y corrientes de agua subterránea, según wp.
El agua dulce se caracteriza generalmente por tener una baja concentración de sales disueltas y un bajo total de sólidos disueltos. El término excluye específicamente agua de mar y agua salobre, aunque sí incluye las aguas ricas en minerales, tales como las fuentes de agua ferruginosa. El término «agua dulce» se originó de la descripción del agua en contraste con agua salada.
Un equipo de científicos, liderado por George Allen y Tamlin Pavelsky, han creado un nuevo mapa global de ríos y arroyos utilizando datos satelitales. Los resultados, publicados en Science, sugieren que el área de superficie global de estos cuerpos de agua es aproximadamente un 44% mayor de lo que se pensaba.
Hasta la fecha, solo dos estudios habían intentado cuantificar el área de superficie global de los ríos, pero estaban basados en datos limitados y no contaban, por ejemplo, con información sobre los intercambios químicos que se producen entre la atmósfera y los cuerpos de agua: los ríos liberan aproximadamente una quinta parte de los niveles de dióxido de carbono emitidos por la combustión de combustibles fósiles y la producción de cemento, según recoge Juan Scaliter en quo.
El equipo de Allen y Pavelsky creó una de las bases de datos más detalladas de ríos y arroyos, la Global River Widths from Landsat (GRWL), que cuantifica la superficie de los ríos de más de 90 kilómetros, mientras que para los ríos más pequeños, para los cuales hay menos datos disponibles, utilizaron la información satelital disponible.
Colectivamente, se estima que los ríos y arroyos mundiales cubren aproximadamente 773.000 km2 de la superficie terrestre global no glaciar, decenas de miles de kilómetros cuadrados más que las estimaciones anteriores. Los autores señalan que la nueva estimación puede sugerir impactos a gran escala de la modificación humana en las redes fluviales, aunque esta hipótesis requiere más pruebas.