Aguas subterráneas
Un estudio realizado por el Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de la Universitat Politècnica de València (IIAMA-UPV) y el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), alerta que la aplicación excesiva de gallinaza en los cultivos, puede estar contribuyendo a la contaminación de las aguas subterráneas por lixiviación de nitrato proveniente de la mineralización del nitrógeno orgánico de este tipo de fertilizantes.
Esta es una de las principales conclusiones obtenidas en la tesis doctoral, realizada por Claudia Ximena Jaramillo y que ha sido dirigida por el miembro del IIAMA, Antonio Lidón y el investigador del IVIA, Carlos Mompó Ramos. El trabajo titulado “Mineralización de la gallinaza y de los restos de cosecha en el suelo. Aplicación al cultivo de la coliflor en la Huerta de Valencia” parte de la premisa de que una superficie importante de la Comunitat Valenciana, en concreto el área de Valencia, está catalogada como zona vulnerable a la contaminación por nitrato procedente de fuentes agrarias.
Por ello, en el estudio se ha analizado el aporte de nitrógeno en el suelo producido por la gallinaza y los restos de cosecha, así como la rapidez con que los nitrógenos orgánicos de estos materiales se convierten en nitrato mineral, estando de esta forma disponible para las plantas pero que también es arrastrado hacia los acuíferos.
Caso de estudio: el cultivo de coliflor
La investigación se ha realizado en el cultivo de coliflor, que como explica Claudia Ximena, “necesita para su desarrollo unos 250 kg de nitrógeno por hectárea (N ha-1) mientras que los agricultores con pueden estar aplicando hasta 500 kg N ha-1, más del doble de lo que requiere el cultivo”.
Además, en esta planta solo se recoge la pella (inflorescencia) por lo que todas las hojas quedan en el suelo, lo que constituye un aporte extra de nitrógeno al suelo que es necesario considerar en el siguiente cultivo, tal y como indica Claudia Ximena. “Si una planta pesa sobre 7 kilos, y se recoge únicamente la pella (parte comestible) que pesa unos 2 kg, ¿qué pasa con los casi 5 kilos restantes que quedan en el campo después de la cosecha?”, se pregunta la investigadora de la UPV.
Estos restos de cosecha tienen un alto contenido de nitrógeno, y al descomponerse en el suelo pueden estar liberando alrededor de 200 kg N ha-1, que si no son aprovechados por el cultivo siguiente o simplemente el agricultor no lo tiene en cuenta a la hora de planificar sus abonados, se puede producir un exceso de nitrato en el suelo que puede lixiviarse y contaminar las aguas subterráneas. Además, el Programa de Actuación derivado de la Directiva Europea no establece ninguna recomendación en cuanto al manejo de estos materiales, lo que podría ser de gran utilidad para los agricultores.
Por ello, la investigadora Claudia Ximena propone que en la zona de la huerta valenciana, donde casi toda la totalidad de su área esta ya catalogada como zona vulnerable, se trabajen estos abonos orgánicos con mesura a fin de minimizar la contaminación del agua subterránea. “Éstos son una fuente de nitrógeno muy importante y se descomponen rápidamente si las condiciones son adecuadas, por lo que se deberían aunar esfuerzos a fin de orientar a los agricultores a establecer una mejor práctica de manejo tanto en la aplicación de las enmiendas orgánicas como en el manejo de los restos de cosecha”.