El fenómeno denominado “colapso de la colmena” –consistente en el abandono, por parte de las abejas obreras, de sus “casas”–, puede parecer sencillo y localizado; no obstante, podría tener un espectro de acción muy amplio y poner en peligro el porvenir de muchas especies en el planeta. “Su impacto va más allá del dinero, unos apicultores o unos simples insectos”, advirtió Alejandro Córdoba Aguilar, investigador del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM.
El integrante del Laboratorio de Ecología de la Conducta de Artrópodos de esa entidad señaló que aunque el problema se ha detectado desde el siglo antepasado, en los últimos 20 años ha cobrado enorme relevancia. “Los productores ven sus apiarios abandonados; sin el trabajo de las obreras, la colmena, con el resto de sus integrantes: la abeja reina y las larvas, muere”.
Más allá de la producción de miel, hay problemas asociados “que nos deben aterrar”, insistió el científico. El papel de esos himenópteros en el planeta es la polinización; en términos prácticos, “hacen que se produzcan los frutos que consumimos”.
Hay frutos cuya producción depende estrictamente de polinizadores y, en especial, de las abejas. Tanto así que en Estados Unidos hay empresas dedicadas a alquilarlas, por ejemplo, para los cultivos de fresas.
Apis mellifera ha sido el polinizador por excelencia, pero hay evidencia de que también otras especies de abejas sufren este problema. Si las obreras mueren, como ocurre, habrá graves dificultades en la producción de frutos, que ni siquiera se han evaluado. Esto último “debe ser cuantioso, terrible, pero no lo conocemos”, explicó el investigador.
Aunque el fenómeno es más común en Europa y Estados Unidos, nuestro país no está exento. Una manera de medirlo ha sido mediante la apicultura: en el viejo continente la producción de miel ha descendido alrededor de 40 por ciento y en la Unión Americana hasta 30 por ciento. En México, el efecto negativo es menor y quizás no llega al 20 por ciento. De ahí la importancia de tomar medidas correctivas y preventivas en todos lados.
Córdoba Aguilar recordó que las colmenas son “casas comunitarias”, donde vive una gran familia. Adentro existe un sistema de división del trabajo preciso: la reina produce los huevos que permiten que la población se incremente; las obreras se dedican a traer comida, a producir miel, así como a cuidar y alimentar a los huevos y larvas; y los zánganos, a inseminar a la reina.
Varía el número de individuos que la habitan, de acuerdo con la especie, pero una colonia de Apis mellifera puede contener desde unas decenas, hasta varios miles.
Si se presentan enfermedades, las abejas reducen su adecuación, es decir, mueren más pronto, y esto parece ser sólo una de las causas del colapso de la colmena.
El fenómeno es más común en Europa y EU, reiteró, porque sus causas prevalecen más que en otros sitios: además de las enfermedades causadas por patógenos como ácaros, bacterias, hongos y virus, se halla el uso de pesticidas. “En el fondo, están muy relacionadas”, consideró el científico.
En el polen y en las colmenas se han encontrado, en tasas muy altas, restos de pesticidas; es decir, las abejas se contaminan directamente de esos productos químicos y los llevan a las colmenas. Además, están enfermas, pues son atacadas por ácaros, bacterias y hongos.
Ambas causas están emparentadas porque se ha descubierto que si esos insectos se exponen a los pesticidas, su sistema inmune se debilita y eso hace que sean más susceptibles a los patógenos, que “siempre han estado ahí. Se habían detectado, pero no a niveles tan altos como ahora”.
Por eso, la acción prioritaria debe ser la disminución del uso de esas sustancias químicas. Las medidas para lograrlo en Europa continental y EU no han tenido éxito debido a los intereses económicos de muchas empresas. En Gran Bretaña han habido avances, “pero el problema sigue”.
En México, donde la regulación no es tan estricta, el problema no ha crecido porque la agricultura no está tan tecnologizada, la producción se lleva a cabo de manera más “artesanal” y el uso de pesticidas podría ser menor. Incluso, se desconoce cuánta gente se dedica a la apicultura o cómo se ha visto afectada la producción de miel debido al colapso de la colmena.
Es momento de abordar el tema del uso y regulación de pesticidas para abatir su utilización indiscriminada. “Es necesario dar un paso legal y cerciorarnos de que se aplique la ley”, puntualizó.
Las autoridades no son ajenas al problema, por el contrario, están alertas y conscientes. Empero, el problema de fondo es financiero, estimó Alejandro Córdoba.
Mientras tanto, se pueden tomar medidas como evitar los monocultivos. Con la siembra de diferentes tipos de plantas los patógenos tienen menos oportunidad de especializarse y compiten entre ellos, se hacen menos comunes y las abejas se enferman menos, finalizó el universitario.
Abejas obreras que abandonan la colmena, un problema en aumento
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