Son las únicas cinco especies de mamíferos acuáticos de la Amazonía ecuatoriana: el delfín rosado (Inia geoffrensis), el delfín gris (Sotalia fluviatilis), el manatí amazónico (Trichechus inunguis), la nutria gigante (Pteronura brasiliensis) y la nutria neotropical (Lontra longicaudis) y se encuentran bajo alguna categoría de amenaza, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Las actividades extractivas son las principales amenazas de estas especies distribuidas en los ríos y afluentes de la región septentrional de la selva ecuatoriana. La lista incluye la contaminación por la expansión de la industria petrolera (derrames de crudo, aunque a su vez la apertura de caminos, carreteras y oleoductos) y por el uso de fertilizantes y plaguicidas para monocultivos. También la implementación de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), que incrementaría el tráfico de embarcaciones y la contaminación del río Napo.
Son algunas de las conclusiones del Plan de Acción para la Conservación de los Mamíferos Acuáticos de la Amazonía Ecuatoriana, una investigación publicada en septiembre del 2013 por el Ministerio del Ambiente (MAE), con el objetivo de ayudar a que estas poblaciones de mamíferos y sus hábitats se mantengan o incrementen para el 2027. Para eso, el documento considera que el manejo de sus ecosistemas debe basarse tanto en la ciencia de la conservación como en el conocimiento local, como única forma de que sean protegidos en el largo plazo.
Otras amenazas compartidas son la creciente actividad minera y la inminente explotación del bloque ITT (Ishpingo, Tiputini y Tambococha) en el Parque Nacional Yasuní, que afectaría a parte del río Napo y la cuenca baja del río Yasuní, incluyendo los sistemas lacustres de Jatuncocha y Tambococha.
Kelly Swing, director fundador de la Estación de Biodiversidad Tiputini (en Orellana), califica de ‘inaceptable’ que se apunte a un crecimiento económico de corto plazo sin pensar en los impactos en ecosistemas como el del Yasuní, del que –dice– se valora como “único recurso” al petróleo y no a los cientos de miles de especies que alberga, incluyendo los cinco mamíferos acuáticos de la selva.
Swing cree que hace falta conciencia por parte de los legisladores y la ciudadanía sobre el valor y potencial de la biodiversidad nacional. “El nivel de ignorancia y falta de visión más allá de los ciclos electorales amenazan contundentemente el futuro de todos los recursos naturales del país”, asegura.
Según el plan, de las cinco especies, el manatí amazónico es la de mayor riesgo de extinción. A más del extractivismo, la cacería continúa siendo la principal causa de la disminución de sus poblaciones y esto sucede principalmente en la Reserva Faunística Cuyabeno, en Sucumbíos, pese a que en este espacio está prohibida la caza.
Victor Utreras, quien junto con otros dos expertos desarrolló el plan cuando pertenecía a la organización Wildlife Conservation Society, señala que si bien Cuyabeno es una reserva, las comunidades locales realizan cacería de subsistencia y ocasionalmente se capturan manatíes para estos fines. Actualmente, Utreras es el coordinador del proyecto Paisajes-Vida Silvestre de la Dirección de Biodiversidad del MAE e indica que desde la entidad estatal se busca llegar a acuerdos con sus habitantes para evitar esta práctica.
La nutria es otra de las especies que peligran por la cacería directa, al ser vista por los pescadores como un competidor. Utreras dice que en el país no existe una gestión de la pesca continental (agua dulce), “lo que dificulta un control adecuado de las diferentes actividades pesqueras y sus impactos sobre otras especies y los hábitats”.
En el caso del delfín de río rosado, la pesca con dinamita (también afecta al manatí) o con insecticidas, las capturas incidentales, así como las directas para extraer de sus cuerpos dientes y grasa agravan las amenazas, aunque son “poco frecuentes”, según el plan. Del gris, en cambio, no se han registrado este tipo de prácticas.
Swing dice que las poblaciones de estos cinco mamíferos actualmente son “remanentes” no solo por la contaminación de los ríos, lagunas y bosques de inundación, sino por el mayor acceso para cazadores y el aumento del tráfico de botes a motor , que ocasionan choques y lesiones fatales.
Utreras reconoce que el hábitat de estas cinco especies no es óptimo, ya que la intervención humana lo ha degradado. Ante el hecho de que varios de los impactos se derivan de acciones del Gobierno, asegura que “el reto” será reunir a los actores involucrados para plantear acciones conjuntas. A la fecha, se ha iniciado la difusión del plan y capacitado a personal técnico y pobladores de la zona en el manejo de estos ecosistemas.