Un trabajo liderado por el CSIC evalúa por primera vez la explotación de un recurso trófico, las carroñas, y demuestra que el azar puede ser el mecanismo que dirija el mantenimiento de la diversidad de las aves carroñeras, contribuyendo a la coexistencia de las distintas especies. Los resultados aparecen publicados en la revista Ecology.

Los investigadores llevaron a cabo un experimento natural, entre 2004 y 2006, durante las tres temporadas de cría (de abril a agosto) y monitorearon el comportamiento y el éxito en la alimentación de las aves en 58 carroñas en el Valle del Ebro. Distinguieron dos tipos de carroñas: las derivadas de la ganadería extensiva, que dependen del azar, y los muladares, comederos artificiales predecibles.

“Nuestros resultados ofrecen nuevas pistas sobre la relevancia del azar en la distribución de los recursos tróficos para promover la diversidad de las especies y favorecer, por tanto, el funcionamiento de los grupos de aves o gremios”, asegura Ainara Cortés-Avizanda, investigadora del CSIC en la Estación Biológica de Doñana.

En concreto, en los muladares, donde el recurso se vuelve predecible, se rompen los procesos ecológicos y las relaciones positivas de facilitación entre especies. Asimismo, la diversidad disminuye, no sólo porque bajan a comer menos especies, sino también porque predomina una de ellas: el buitre.

“Nuestros resultados revelan que los muladares pueden llegar a convertirse en trampas ecológicas desde un punto de vista trófico para especies poco competitivas como el alimoche. Lo que encontramos es que estos pequeños carroñeros, aunque superan en número a otras especies en los muladares, comen menos porque tienen un menor acceso al alimento, ya que el número de buitres llega a triplicar al registrado en las carroñas naturales”, señala la investigadora del CSIC.

Según los investigadores, el estudio demuestra que conservar las aves carroñeras sobre la base de grandes muladares es “inadecuado”, porque se pierde la funcionalidad del gremio. “La normativa sanitaria debe permitir que las carroñas de ganado extensivo y de ungulados salvajes queden en la naturaleza de modo impredecible, tal y como ha ocurrido durante siglos en los sistemas agroganaderos mediterráneos”, concluye Cortés-Avizanda.



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