El estudio, publicado en la revista PLoS ONE, sugiere la necesidad de evaluar más a fondo las aguas internacionales y desarrollar nuevos métodos de análisis.
Los autores, pertenecientes a la Universidad Albert Ludwig de Friburgo (Alemania) y de la Universidad de Saint Andrews (Reino Unido), revisaron más de cuatrocientos estudios sobre ballenas efectuados en el período comprendido entre 1975 y 2005. Tras digitalizar un gran número de mapas salieron a relucir inmensas lagunas. La mayoría de las observaciones se habían realizado en las aguas de los países con economías fuertes de Europa y Norteamérica. Mientras, se habían dejado de lado las masas de agua del hemisferio sur, a excepción de las antárticas, que sí son objeto de investigaciones.
En opinión de los autores: “A nivel mundial se ha dedicado un ingente esfuerzo a estudiar la distribución y la abundancia de los cetáceos con el método de transecto de línea y encuestas visuales desde abordo. Pese a ello, nuestros análisis han sacado a relucir lagunas sustanciales: en un período de treinta años, los estudios con transecto de línea sólo cubrieron la cuarta parte de la superficie oceánica mundial, habiendo muchas áreas que se han investigado de manera insuficiente o nada en absoluto.”
Según los investigadores, el principal motivo de la vigilancia de los cetáceos es el mercado de atún “respetuoso con los delfines”, puesto que la producción de atunes sólo se considera satisfactoria si no conlleva la captura y muerte accidental de delfines.
“Así pues, la zona oriental del Pacífico tropical se ha estudiado más que todas las otras zonas marinas juntas”, afirmó la primera firmante del trabajo, la Dra. Kristin Kaschner, especialista en biología marina de Friburgo. “Pero incluso estas zonas que se han investigado relativamente bien quedan bastante lejos de la frecuencia de observaciones necesarias. Con el fin de seguir los cambios en el tiempo, es importante observar las poblaciones de mamíferos marinos con la mayor regularidad posible, pero esto sólo se cumple en el 6 % del total de la superficie oceánica.”
Por consiguiente, si se quiere garantizar una investigación de calidad y la protección de los mamíferos marinos, es necesario que la comunidad científica recabe suficiente información sobre las poblaciones de ballenas y delfines. Los autores observaron que históricamente la pesca de ballenas ha infligido daños considerables a estos mamíferos, pero la actividad actual no es menos dañina. Entre los grandes enemigos de estas hermosas criaturas se cuentan los sistemas de sónar militares, la contaminación del agua y el riesgo de convertirse en capturas accidentales.
Los científicos añadieron que se necesitan esfuerzos globales para mantener la biodiversidad y desarrollar nuevos métodos de recogida de datos. “Las lagunas en los datos repercuten en todos los aspectos de la biología marina y de la planificación, desde la política pesquera hasta las zonas marinas protegidas”, destacó Kaschner. “Son aún más fragmentarios los datos con los que contamos sobre tiburones, criaturas bentónicas y virus marinos.