México intenta demostrar que conservar el entorno genera importantes beneficios PIB a través de los casos particulares de un arrecife, una isla y un volcán.
Un día se reunieron los abuelos, padres y tíos con los más jóvenes. Miraron un mar que se iba quedando «seco», volvieron a valorar de nuevo lo que les proponían los científicos y las nuevas generaciones, contemplaron sus viejas barcas tan endebles como sus casas, y decidieron aceptar la propuesta: Cabo Pulmo, en el Golfo de California, en México, será un Parque Nacional.
«Mis padres y tíos al principio nos decían que nos íbamos a chingar de hambre si dejábamos de pescar», explica a El Mundo Mario Castro, uno de aquellos jóvenes pescadores que «colgó» sus aparejos de pesca creyendo en una rentabilidad entonces inexistente.
«Aquí vivíamos 40 personas, ahora ya somos 140, y nadie tenía para comer sin los barcos. Yo me fui a Los Cabos (zona turística), aprendí buceo, regresé y monté una pequeña tienda de buceo y paseos al arrecife. Los primeros años fueron muy difíciles porque aquí no venía nadie», recuerda él.
«Un día nos dimos cuenta de que los alimentos que necesitábamos teníamos cada vez que ir a buscarles más lejos. Comprobamos que en las Áreas Naturales Protegidas (ANP) es donde vive la gente más pobre», explica de aquellos complicados inicios Carlos Ramón Godínez, director del Parque de Cabo Pulmo.
Jacques Cousteau
Pero por allí pasó Jacques Cousteau y su famoso barco Calypso en la década de los 80 y los locales vieron que podían ganar dinero de forma más sencilla y fiable que pescando: «En la pesca el dinero depende muchos factores y como esta era una zona muy pobre el pescado se vendía a bajo precio porque no había electricidad y había que recogerlo en camiones con hielos. En los paseos con científicos el dinero estaba asegurado», recuerda Godínez.
Entonces no había un solo hotel y todo aquello era un muy humilde campamento de pescadores frente a un paraíso que iba muriendo.
Finalmente, en el año 1995 se crea el Parque Nacional de Cabo Pulmo para proteger un arrecife que estaba destrozado por los anclajes de los barcos y un caladero de peces sobreexplotado del que ya habían desaparecido multitud de especies.
«Los principios fueron durísimos. El Gobierno no mandó a nadie y éramos nosotros los que debíamos pedir a los barcos que entraban a pescar que se fueran. Cuando se ponían agresivos nos marchábamos nosotros», dice Castro.
«Hubo problemas de violencia. En las poblaciones aledañas se estaba en contra. El pescador, en general, es contrario a conservar. Quiere sacar algo hoy, lo necesita hoy, y lo quiere cobrar hoy. La comunidad pasó hambre y amenazas», señala el director del parque.
Doble de PIB
Sin embargo, con los años y un crecimiento urbanístico casi imperceptible, los resultados conseguidos a nivel socioeconómico (PIB) y medioambiental de apostar por la conservación han sido espectaculares: «Cabo Pulmo tiene hoy el doble de PIB que el resto del país. Hace 30 años aquí vivían sólo muy humildes familias de pescadores y hoy hay integrantes de la comunidad que han ido a la universidad, trabajan como científicos en conservación y han abierto sus propios negocios», explica Godínez.
Desde un punto de vista ecológico, «se ha recuperado un 500% la biomasa», dice Castro. «Era un arrecife devastado del que habían desaparecido especies. Hoy tenemos un arrecife reproductivo, con grandes tallas y con un dato que es significativo, han vuelto los tiburones», señala el hombre encargado de controlar que no se destruya lo conseguido.
¿Hay amenazas? «Varias veces han querido hacer un gran desarrollo urbanístico en la zona que hemos tenido que parar. El último era un grupo español y tuvimos que viajar hasta España para poner en evidencia los planes de los empresarios y el Gobierno mexicano. Nos ayudaron las ONG a que se paralizara. A nosotros, la población local, nos ofrecen coches, tiendas, restaurantes, pero preferimos mantenernos pobres a que nos cambien el entorno», señala el antiguo pescador.
Fuente: EL MUNDO / JAVIER BRANDOLI,