Las praderas submarinas, además de albergar una gran diversidad de organismos, sirven de barrera de protección para la costa, cumplen un papel fundamental en el secuestro del CO2 atmosférico y en la producción de oxígeno y ayudan a mantener el aire y el agua limpios.
El trabajo, recientemente publicado en la revista Ecological Applications, señala que el empleo de fertilizantes “afecta a la mayoría de los beneficios que obtenemos de las praderas submarinas”. Los resultados del estudio, llevado a cabo en la costa de Alabama (Estados Unidos), muestran una “pérdida drástica” de las praderas debido a un incremento de los nutrientes en el agua, un proceso denominado eutrofización.
“Desde los años 50, se ha perdido cerca de una tercera parte de la superficie que cubrían las praderas submarinas”, afirma Duarte. El deterioro de este hábitat submarino afecta negativamente a la fauna residente, como cangrejos, camarones o peces, y disminuye la claridad de las aguas costeras. Las praderas son fuente de alimentación de los consumidores primarios, es decir, de los organismos herbívoros y los que se alimentan del detritus de estas plantas.
Para evaluar los efectos de la contaminación con nutrientes en los ecosistemas marinos, los investigadores añadieron fertilizante a una pradera submarina de Alabama durante seis meses de forma continuada. Tras el experimento observaron que el exceso de nutrientes había erradicado la pradera casi en su totalidad. La pérdida del hábitat submarino hizo que disminuyera la abundancia de alevines de cangrejos, peces y camarones (que usan estas plantas acuáticas como refugio). Además, disminuyó la claridad de las aguas.
Impactos dispares
Según la primera autora del estudio Andrea Antón, investigadora de la Universidad de Carolina del Norte (EE UU), “no todos los efectos fueron negativos y, a pesar de la pérdida de este ecosistema submarino, el incremento en el uso de fertilizantes podría no afectar a la capacidad que tienen estos ecosistemas de absorber dióxido de carbono ni tampoco a su productividad”. El experimento “no afectó de forma consistente a la cantidad de alimento disponible para otras especies ni al intercambio de oxígeno y CO2 dentro de la cadena trófica”, aseguran.
Según los resultados, el impacto del incremento de nutrientes inorgánicos sobre estos ecosistemas puede ser dispar, tanto negativo como neutro o positivo, y por tanto, las políticas de gestión medioambiental dependerán de los ecosistemas que se quieran preservar. “En el caso de las praderas submarinas, la pérdida de hábitat y los impactos drásticos en especies de interés comercial es lo suficientemente alarmante como para exigir un control riguroso de la eutrofización de la costa”, concluyen los autores.