El cambio climático y la protección del medio ambiente está haciendo que se empiece a cambiar el concepto tradicional de agricultura y ganadería, en el que es perfectamente compatible que ambos manejos vayan de la mano. Este es el caso de la agrosilvicultura, comúnmente conocida como agroforestería. La filosofía de este sistema integrado es introducir árboles o arbustos en sistemas de cultivo o de producción animal para obtener beneficios, tanto económicos como medioambientales.
Se trata de la primera vez que nuestro país lidera un proyecto comunitario sobre agroforestería, coordinado por la Universidad de Santiago de Compostela. Este plan Afinet (Redes de Innovación Agroforestal) tendrá un horizonte de tres años y contará con una financiación de dos millones de euros. En él participan nueve países de la Unión Europea, entre los que se encuentran España, Reino Unido, Bélgica, Portugal, Polonia, Hungría, Italia, Francia y Finlandia, y en la que participan trece instituciones de estos países.
Universidad de Santiago
La coordinación de todo el proyecto corre a cargo de la profesora de Ingeniería Agrícola y Forestal de la Universidad de Santiago de Compostela, Rosa Mosquera, que es además presidenta de la Federación Europea de Sistemas Agroforestales, coordinadora del programa de doctorado interuniversitario Investigación Agraria y Forestal, así como observadora oficial del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.
El método de trabajo es establecer las denominadas Redes Regionales de Innovación Agroforestal (RAIN por sus siglas en inglés) en cada uno de los países que participan. Estas redes de innovación son grupos de trabajo en los que agricultores, ganaderos, investigadores, asesores y miembros de las distintas administraciones de cada país integrante, en los que exploran oportunidades para mejorar las prácticas agroforestales. La idea es compartir experiencias y conocimiento en las reunión periódicas que tendrán -aproximadamente cada seis meses- mientras dure el proyecto.
Las RAIN se adaptan a las características de cada región, ya que en muchos casos se trata de zonas completamente diferentes en cuanto a geografía, clima, e incluso a nivel cultural y social. Finalmente, todo el trabajo obtenido, incluidas las soluciones locales, se difundirá a países y regiones europeas gracias a la red de socios de Afinet.
Frenar el cambio climático
Las ventajas que estas prácticas desarrollan son innegables. Desde el punto de vista medioambiental, ayudan a frenar el cambio climático, ya que impiden la erosión del suelo, permiten el secuestro de carbono y son más respetuosas con el medio ambiente al reducir el uso de fitosanitarios. La combinación de cultivos arables con vegetación leñosa «reduce la necesidad de pesticidas y herbicidas, incluidos los desinfectantes, conservantes, fungicidas e insecticidas», asegura la profesora Mosquera, debido a que estos árboles o arbustos «se convierten en un microhábitat en el que organismos predadores de las plagas y enfermedades pueden establecerse y, por tanto, atacarlas de forma natural».
La presencia de árboles en zonas de cultivo abiertas -añade- favorece la aparición de especies insectívoras, como los murciélagos, que por su sistema de visión por radar no se desplazan por zonas abiertas sin árboles. El establecimiento de plantas leñosas en zonas agrícolas apenas reduce la producción y aumenta su calidad, al no precisarse biocidas.
El aumento de animales en montes aledaños sirve para prevenir incendios, ya que los animales reducen la biomasa al alimentarse de ella, manteniendo así limpio de terreno. Prácticamente, cualquier tipo de ganado es compatible con la agrosilvicultura. Algunas especies y razas de animales son más compatibles con el arbolado (ovejas) que otras (cabras), al igual que las distintas especies arbóreas. La edad de los árboles es importante: los ejemplares jóvenes y de menor tamaño son más susceptibles a ser dañados, destaca Mosquera.