Los resultados podrían ayudar a estimar el impacto de una especie invasora en un ecosistema.
“Las especies no se encuentran aisladas unas de otras, sino que forman redes complejas de interdependencia cuya estructura denominamos arquitectura de la biodiversidad. Cada especie contribuye de forma distinta a la arquitectura y la persistencia global de la red. En este estudio hemos visto que las que más aportan, en términos comparativos, son las que corren mayor peligro de extinguirse”, explica el investigador del CSIC Jordi Bascompte, de la Estación Biológica de Doñana.
La investigación ha medido este riesgo de extinción simulando las redes ecológicas mediante un modelo matemático, redes como las existentes entre las plantas y los animales que las polinizan o dispersan sus semillas.
Aplicaciones en modelos socioeconómicos
Para comprobar hasta qué punto los resultados pueden generalizarse, los investigadores han analizado también otro tipo de redes de cooperación mutua, como las socioeconómicas, donde conviven compañías que manufacturan un producto y otras que lo transforman.
“Aunque la naturaleza de los nodos es totalmente diferente, tanto en el caso ecológico como en el socioeconómico tenemos redes de cooperación entre dos tipos de elementos que presentan una estructura muy parecida y están sometidos a procesos similares. Ahora tenemos información dinámica y podemos realizar un seguimiento a lo largo de los años de las compañías que persisten y de las que se arruinan”, añade el investigador.
Según el estudio, tanto en el caso de las redes ecológicas como en el de las socioeconómicas, los resultados son los mismos: aquellas compañías que contribuyen más a la arquitectura y a la persistencia de la red son las que tienen mayores posibilidades de quiebra.