Esta semana ha llegado al Puerto de Hvalfjörður, en las afueras de Reykjavik, la primera ballena capturada, un rorcual común macho de más de 20 metros de largo, capturado por el ballenero Hvalur 8, mientras que la compañía propietaria del ballenero Kristján Loftsson, ha anunciado sus planes planea cazar hasta 180 rorcuales comunes este verano. Todo ello con el beneplácito del Gobierno islandés.
"Estas ballenas no pertenecen exclusivamente a Islandia, el enfoque unilateral es inmoral e inaceptable. Es necesario acabar con estos vacíos legales y poner fin a la caza de ballenas a nivel mundial", ha declarado Celia Ojeda, responsable de Océanos de Greenepace.
Greenpeace se opone a la caza de ballenas y defiende la prohibición para permitir la recuperación global de esta especie. Además, resalta que esta operación se está llevando a cabo a pesar de las prohibiciones internacionales y de que el rorcual común esté en la Lista Roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
"En 2010 se encontró en Japón carne de ballena procedente de la caza islandesa en comida de lujo para perros, Es lamentable que el Gobierno islandés ignore la prohibición mundial de la caza comercial de ballenas y permita a sus barcos que cacen estos magníficos animales", ha añadido Ojeda.
Cabe destacar que Islandia es miembro de la CBI, el organismo intergubernamental encargado de la gestión global de la caza de ballenas, pero sin embargo, Reykjavik se niega a aceptar los límites de captura cero para la caza comercial de ballenas.
Esta medida coincide con la temporada alta para el avistamiento de ballenas en esta zona, lo que ha dado lugar a fuertes protestas de la industria del turismo islandés. La Asociación de la Industria de Viajes de Islandia (SAF, en sus siglas en islandés) ha manifestado que la observación de ballenas genera mayores ganancias económicas que la caza comercial. A esto hay que añadir la imagen negativa que exporta Islandia al exterior, por ejemplo, en Holanda, el grupo Avaaz ha recogido más de un millón de firmas para pedir al Gobierno holandés que prohibiera la descarga de carne de ballena en los puertos holandeses, cuyo principal destino es Japón, donde el mercado de esta carne se ha hundido.