Un equipo de científicos del Instituto Max Planck de Ornitología (Alemania) observó que quince especies distintas de murciélago trataban de beber de placas lisas por la forma en que sus superficies reflejaban los sonidos de ecolocalización emitidos por estos mamíferos voladores, haciendo caso omiso de la información contradictoria recibida por otros sentidos como la visión, el olfato y el tacto. El estudio se publicó recientemente en la revista Nature Communications

El agua constituye la única superficie lisa y extensa de la naturaleza, y los murciélagos dan por hecho que las ondas sonoras devueltas por cualquier superficie de estas características en respuesta a sus sonidos de ecolocalización (el uso de ondas de frecuencia ultraalta para orientarse) indican la presencia de agua. El profesor Stefan Greif y el Dr. Björn Siemers del instituto mencionado demostraron que es posible engañar a los murciélagos haciéndoles creer que cualquier superficie lisa es agua imitando en una gran sala de vuelo la superficie de ésta, para lo cual colocaron una placa lisa y otra estructurada hechas de metal, madera o plástico. Bajo una luz roja tenue, los investigadores consiguieron despistar a los murciélagos, que trataron de beber de la placa. 

Desorientación

"Por ejemplo, el murciélago de cueva (Miniopterus schreibersii) intentó beber de una placa lisa nada menos que 100 veces en 10 minutos", informó el profesor Greif. Lo mismo ocurrió cuando se colocaron placas de los tres materiales indicados a otras tres especies distintas, concretamente el murciélago ratonero grande (Myotis myotis), el murciélago ribereño (Myotis daubentonii) y el murciélago grande de herradura (Rhinolophus ferrumequinum). Sólo en el caso de las placas de madera hubo algunos murciélagos que hicieron menos intentos de beber. Para averiguar cómo de extendido está este comportamiento, los científicos experimentaron con otras once especies y concluyeron que es muy común al menos entre los murciélagos entomófagos

Los investigadores manifestaron su sorpresa al comprobar que los animales no terminaban de aprender que los espejos acústicos artificiales mostrados no se correspondían con la superficie del agua. Incluso observaron a murciélagos que se posaron accidentalmente en la placa lisa, alzaron el vuelo y, tras revolotear cierto tiempo, intentaron de nuevo beber. Del mismo modo, cuando los científicos colocaron la placa sobre una mesa de jardín, los murciélagos llegaron a volar por debajo de la mesa para después intentar beber. 

Los autores concluyeron que la asociación de una superficie lisa y horizontal con el agua debe encontrarse muy arraigada en el cerebro de los murciélagos y que en su mayoría pasan por alto la información facilitada por sus otros sentidos. A continuación repitieron el experimento en la oscuridad, anulando así el sentido de la visión. En esta ocasión el número de intentos en 10 minutos pasó de 100 a 160. «Así pues parece que los murciélagos tienen en cuenta toda la información sensorial y la sopesan, pero que la ecolocalización se impone sobre los demás sentidos», explicó el profesor Greif. 

Experimentos

Posteriormente los investigadores se propusieron averiguar si la asociación acústica con el agua tenía una base genética, y para ello decidieron repetir el experimento con crías que nunca habían visto ni un lago ni un río. Para ello capturaron a crías que aún no sabían volar y a sus madres en una caverna y las criaron en cautiverio hasta que aprendieron a volar. Una vez más, estos jóvenes murciélagos trataron de beber de la primera superficie lisa que habían visto en su vida, lo que sugiere que no se trata de un comportamiento adquirido sino innato. 

Próximamente se proponen investigar si los murciélagos se comportan de la misma forma en libertad y si, dado que confunden sistemáticamente los espejos horizontales con el agua, también tratarán de beber de otras superficies artificiales tales como tragaluces, techos de coches o invernáculos hasta el agotamiento. 

"Anticipamos que los murciélagos en libertad pueden comportarse de otras formas", indicó el profesor Greif. "Presentan un alto grado de "fidelidad" a sitios concretos, por lo que es probable que acudan a fuentes fijas", y apuntó que "quizás prueben superficies nuevas pero se olvidarán de ellas antes o después". No obstante, reconoció la necesidad de realizar más estudios para averiguar si se cumple ese comportamiento, con qué frecuencia y sus posibles consecuencias ecológicas.



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