La población de aves salvajes es susceptible a los peligros derivados de la presencia de elementos tóxicos en el medioambiente. Más si cabe, cuando éstos no son degradables y se encuentran en los alimentos que componen su dieta, como ocurre con los metales pesados.
Un equipo de investigadores de varios centros portugueses y de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), en España, ha analizado la presencia de mercurio, cadmio y plomo en la sangre de 121 buitres leonados (Gyps fulvus) en Portugal y Cataluña, y han comparado la concentración entre las poblaciones de buitres salvajes y los individuos que ingresaron débiles –por desnutrición– y heridos en los centros de rehabilitación.
Los resultados revelan que en el 98,3% de las aves no se detectó cadmio y en el 95% tampoco se observó mercurio. Sin embargo, el metal pesado que se encontró en mayor concentración en las aves fue el plomo: 42,22 mg/dl (microgramo por decilitro) en el caso de las poblaciones salvajes, una cifra significativamente superior a la concentración de este metal en los individuos rescatados.
“Esto se debe al tipo de dieta de estos animales –estrictamente carroña de especies domésticas y salvajes cinegéticas–, ya que el consumo de especies cinegéticas aumenta la probabilidad de ingestión de plomo”, apunta a Sinc Manuela Carneiro, investigadora que ha participado en el estudio publicado en Ecotoxicology and Environmental Safety. En la aves de los centros de rehabilitación, la desnutrición fue la principal causa de ingreso por lo que no estuvieron tan expuestas al plomo a través de la ingesta.
Según el trabajo, la mayoría de las aves evaluadas tenían concentraciones de plomo entre 20 y 100 µg/dl, una cantidad considerada como una exposición subclínica, y que está por encima del umbral en el que el plomo puede afectar el sistema antioxidante en esta especie (15 µg/dl)
Las muestras de sangre de los animales capturados en Barcelona poseían niveles más altos que los de Portugal. “Probablemente esto se deba a la proximidad con un vertedero, donde los animales se pueden alimentar”, comenta Carneiro. Según el trabajo, el contexto ecológico del hábitat de las aves en Barcelona –un área muy urbanizada e industrializada– puede aumentar la exposición al plomo.
Debido a la obligación de eliminar los cadáveres de rumiantes procedentes de la ganadería, “los buitres se han enfrentado a una escasez de alimentos que los ha llevado a realizar cambios en su dieta consumiendo una mayor cantidad de especies cinegéticas”, explica la investigadora.
Precisamente, Carneiro apunta a la caza como la fuente principal de plomo en estas rapaces, a través de la ingesta de carne con trozos de bala en los restos de animales muertos.
Otras actividades humanas también contribuyen a este fenómeno, “el vertido de residuos, las actividades industriales, de minería y la fundición son igualmente responsables de la contaminación ambiental por plomo”, subraya la científica.
Los metales pesados pueden presentar diversos efectos en los animales. En este sentido, Carneiro afirma que dependiendo de la dosis, “el plomo puede causar directamente la muerte del animal o alteraciones vasculares, hematológicas, nerviosas y renales”.
Además del daño que pueda causar a un animal de forma individual, “la presencia de plomo afecta indirectamente a la población de buitres leonados debido a variaciones en el comportamiento aviar, a la disminución del éxito reproductivo y a una menor respuesta inmunológica”, concluye la investigadora.