El 53 por ciento de los 3.700 árboles singulares registrados en el Proyecto de Catalogación "Árboles, leyendas vivas", elaborado por la ONG Bosques sin Fronteras, carece de una figura de protección legal. El 40 por ciento restante, pese a tenerla, con frecuencia adolece de una protección efectiva. Esta situación se traduce en el deterioro de los árboles más longevos, grandes, históricos y bellos del país, en la ausencia de un programa de mantenimiento adecuado y en insuficientes ayudas para los propietarios de las fincas en las que se encuentran estos valiosos ejemplares —la mayor parte de superficie forestal en España es privada—.
Según Bosques sin Fronteras, en los últimos diez años casi el 20 por ciento de los árboles singulares de España ha desaparecido y el 80 por ciento restante corre peligro de desaparición por la falta de cuidados, la tala indiscriminada, los incendios y los desarrollos urbanísticos, lo que supone la pérdida de un patrimonio irrecuperable. Los últimos, el Pino Pilancones, en la isla de Gran Canaria, que cayó siete meses después del brutal incendio que le afectó el verano pasado, el Plantón del Covacho (Albacete), que era el nogal más alto de España —23,5 metros— y sucumbió a la plaga de la tinta del nogal y la Noguera Regia (Cuenca), que tenía el tronco más ancho —10 metros de perímetro— y murió quemada. Bosques sin Fronteras pudo recoger semillas del Pino Pilancones antes de morir, de las que se han obtenido plantas que serán plantadas el próximo otoño.
La situación general de abandono de los árboles singulares españoles es especialmente preocupante en algunos casos, como el del Castañar de Can Cuch (Barcelona), cuyas raíces, afectadas por la erosión, han quedado descubiertas; el Aliso de Arroyo Tórtolas (Madrid), afectado por un incendio; el Castaño de Sanabria (Zamora), cada vez más inclinado sobre una carretera y cuya copa casi roza el tendido eléctrico; o el Tejo de Santibáñez (Asturias), cuyas hojas están afectadas por un hongo.
La legislación que protege a los árboles singulares dentro del territorio español, de carácter autonómico, es desigual y, en muchos casos, insuficiente. Destaca, en positivo, la situación de la Comunidad Foral de Navarra, donde están declarados 31 árboles como Monumentos Nacionales y se destinan suficientes recursos materiales y humanos para su conservación. Cataluña es una de las comunidades más avanzadas y cuenta desde 1987 con la figura del Árbol Monumental y las del Árbol de Interés Comarcal y de Interés Local. Entre todas estas figuras se encuentran protegidos ya más de 700 ejemplares en esa comunidad, aunque se trata de un número muy elevado que empieza a repercutir en el cuidado que se puede prestar a este colectivo. En Baleares, que también destaca por su buena situación, existe la figura del Árbol Singular y un catálogo que incluye 62 de estos árboles.
Según Susana Domínguez, presidenta de la ONG Bosques sin Fronteras, "la desigualdad legislativa que existe entre las distintas comunidades autónoma influye negativamente en el patrimonio natural y cultural de todos nosotros, por lo que se deben promover medidas que contribuyan a una mayor homogeneización normativa".
Entre las propuestas que formula la ONG Bosques sin Fronteras para mejorar la protección de los árboles singulares figuran la creación de un Patronato de carácter nacional que asesore a las Comunidades Autónomas y que los distintos catálogos autonómicos apliquen criterios rigurosos y homogéneos. La organización también propone la reserva de un fondo presupuestario para los casos de emergencia —similar al que existe para incendios forestales— y la elaboración de un protocolo de emergencias y de programas de mantenimiento sanitario y vigilancia ambiental.
El proyecto de catalogación "Árboles, leyendas vivas" registra un total de 3.700 ejemplares en su base de datos y ha realizado un inventario exhaustivo de 200 de ellos. El objetivo del proyecto de catalogación —que ha necesitado más de tres años de trabajo de campo— ha sido localizar los árboles singulares de España para estudiarlos, registrarlos y promover su protección, con el fin de preservar estas singulares "joyas de la naturaleza", algunas más antiguas que las catedrales.