Un equipo de investigadores coordinado por la Universidad de Barcelona ha descubierto en las aguas de Blanes, por primera vez en el mar Mediterráneo, una nueva especie de Osedax, un gusano comehuesos que hasta ahora solo se había encontrado en aguas más frías y profundas.
El trabajo, publicado en la revista científica PLOS ONE, está firmado por los investigadores Sergio Taboada, Ana Riesgo, Maria Bas, Miquel A. Arnedo y Conxita Àvila, delDepartamento de Biología Animal y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la UB (IRBio), así como por Javier Cristobo (Instituto Español de Oceanografía) y por uno de los expertos mundiales en el estudio de estos organismos, Greg Rouse (Instituto Scripps de Oceanografía, Estados Unidos).
En el artículo también se profundiza en la descripción filogenética, morfológica y ultraestructural del Osedax deceptionensis, otra especie de Osedax que fue descubierta por el mismo grupo de investigadores en 2013 en la isla Decepción, en el archipiélago de las Shetland del Sur (Antártida).
Un anélido especializado en huesos de vertebrados hundidos
Los Osedax, conocidos comúnmente como gusanos comehuesos, son anélidos marinos que constituyen un ejemplo notable de adaptación evolutiva a un hábitat especializado: los huesos de vertebrados hundidos en el mar. Hasta ahora, estos organismos solo se habían hallado en los océanos Pacífico, Atlántico norte y Antártico; por lo que haberlos encontrado en el Mediterráneo supone una novedad:
«El hecho de que hayamos encontrado Osedax por primera vez en el Mediterráneo constata que estos organismos también pueden vivir en latitudes templadas, relativamente a poca profundidad, aunque en relación con aguas más profundas», explica Sergio Taboada.
En las aguas donde solemos encontrar Osedax, la temperatura es baja, de entre -1 y 15 °C; mientras que en el Mediterráneo, a poca profundidad, la temperatura es de entre 11,8 y 22,2 °C. «La descomposición rápida del contenido de lípidos en los huesos que se encuentran en aguas a temperaturas más cálidas podría estar detrás de la ausencia de Osedax en el Mediterráneo a profundidades menores de 50 metros», apunta la investigadora de la UB Conxita Àvila.
En la Antártida, en cambio, dado que la temperatura del agua es muy homogénea en toda la columna de agua, también se encuentran Osedax a muy poca profundidad.
«Cuando un cadáver de vertebrado llega al fondo marino del Mediterráneo y se queda a poca profundidad, son las bacterias de vida libre las que degradan los huesos, descomponiendo la materia orgánica.
A más profundidad, hay menos presencia de este tipo de bacterias a causa de las temperaturas más bajas de las aguas; pero también encontramos Osedax que, mediante unas bacterias endosimbiontes, se alimentan de la materia orgánica retenida en los huesos y ayudan así a descomponerlos», explica Sergio Taboada.
Según los investigadores, la presencia de Osedax en estas latitudes podría tener relación con el contacto con las aguas más profundas y frías del cañón submarino de Blanes, una zona donde piensan que podrían vivir poblaciones más abundantes y estables de la nueva especie de Osedax.
«Necesitamos realizar más estudios para establecer si esta nueva especie, a la que todavía no le hemos dado nombre, solo vive en las aguas poco profundas del Mediterráneo occidental o también se encuentra en aguas profundas de otras cuencas, como por ejemplo el Mediterráneo oriental o el océano Atlántico», resalta Conxita Àvila.
En este sentido, pendientes de poder recoger más muestras de esta nueva especie para estudiar sus caracteres morfológicos, «las únicas diferencias que hemos podido constatar respecto a otras especies son de carácter genético», aclara Sergio Taboada.
Alimentación en simbiosis con bacterias
Hasta ahora solo se habían descrito seis especies del género Osedax, aunque se ha constatado la existencia de más de veinticinco.
Estos gusanos comehuesos, descritos por primera vez hace once años, tienen características muy particulares. Los machos son microscópicos (del orden de unas 100 a 500 micras) y viven dentro de un tubo que construyen las hembras, donde solo desempeñan una función reproductiva.
Las hembras, por su parte, presentan una simbiosis con bacterias que les permite degradar la materia orgánica retenida en los huesos.
No tienen ni boca ni tracto digestivo, así que se alimentan directamente mediante estas bacterias. De este modo, estos pequeños organismos (de pocos milímetros a pocos centímetros) ayudan a devolver al ecosistema la materia orgánica que almacenan los huesos.
A grandes rasgos, las hembras presentan una parte del cuerpo que queda fuera del hueso, formada por un tronco y una parte cefálica de donde salen unos palpos, que suelen ser de color rosado por la presencia de vasos sanguíneos.
Estos palpos actúan como branquias, y en ellos se produce el intercambio de gases. Las raíces, donde almacenan las bacterias endosimbiontes, se localizan en la parte interior del hueso.