Cada vez hay más especies amenazadas por el impacto de las actividades humanas y se calcula que cerca de un millón podrían estar en riesgo de desaparición si no se frena el ritmo de extinción biológica. En los últimos cincuenta años, la tasa global de extinción de especies y de destrucción ecológica ha sido del 60% en todo el planeta, según el informe 2019 de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) de Naciones Unidas.
Dentro de este contexto de gran crisis ambiental —conocida como la sexta extinción—, el planeta se resiente de los efectos de la actividad humana, desde la destrucción de los hábitats naturales hasta la sobreexplotación de los recursos, pasando por el cambio climático, la introducción de especies alóctonas o la contaminación.
En el caso de Cataluña, el Living Planet Index revela una pérdida del 25% de la fauna salvaje en poco menos de veinte años, según recoge el informe del estado de la naturaleza en 2020 publicado por el Departamento de Territorio y Sostenibilidad (DTES) de la Generalitat de Cataluña.
«Las especies son irreemplazables, no se pueden crear ni repetir en un proceso de evolución de millones de años. Por tanto, conservarlas es esencial para el buen funcionamiento de los ecosistemas y también un deber ético», apunta el profesor Joan Real, jefe del Equipo de Biología de la Conservación de la Facultad de Biología y miembro del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona.
«La biodiversidad, los hábitats naturales y los procesos ecológicos aportan una serie de servicios ecosistémicos a la sociedad —recursos naturales, protección ante las catástrofes naturales, etc.— y son elementos indispensables para la continuidad de la especie humana».
Bioindicadores
Definir bioindicadores —pueden ser especies, hábitats o procesos ecológicos— para conocer el estado de la biodiversidad a lo largo del tiempo es todo un reto científico en ecología. Algunas iniciativas internacionales —como la alianza global GEO BON o el proyecto EuropaBON— trabajan en ello para poder cuantificar la pérdida y los cambios de la biodiversidad con datos científicos detallados y fiables a escala local o global.
«Estos elementos informativos de los cambios medioambientales —en teoría, fáciles de medir, repetibles en distintas escalas temporales y espaciales y medibles con recursos moderados— son herramientas absolutamente indispensables para definir políticas de gestión sostenible y conservación de los recursos naturales», asegura Joan Real, miembro del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB.
En el Mediterráneo, la riqueza biológica y la complejidad de los ecosistemas dificultan la selección de indicadores de la biodiversidad y de los cambios ecológicos. Ante el déficit de herramientas eficaces, los expertos Joan Real y Roger Puig-Gironès presentan en la revista Public Library of Science (PLoS ONE) un método para seleccionar los bioindicadores más representativos de un área, que incluyan las especies, los hábitats y los procesos ecológicos. La nueva metodología optimiza los recursos destinados al seguimiento de la biodiversidad, integra datos multidisciplinarios y es extrapolable a la mayoría de los ecosistemas mediterráneos.
Conservación de la biodiversidad en el Mediterráneo
La referencia principal del estudio es el Centro de Monitorización de la Biodiversidad en Montañas Mediterráneas (CMBMM), una iniciativa pionera en todo el Estado en cuanto a seguimiento y conservación de la biodiversidad impulsada en 2016 por la UB y la Diputación de Barcelona en el Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac.
«En el Parque hay más de 3.500 especies en más de noventa tipologías de hábitats, y a la compleja red biótica hay que añadir también los aspectos abióticos (clima, suelo, relieve, incendios, etc.) y antrópicos (como las infraestructuras), que dificultan aún más la comprensión de las relaciones ecológicas», detalla Joan Real, director del CMBMM.
«Es necesario integrar todo este conocimiento para conocer el estado y las tendencias de la biodiversidad, detectar las señales de alerta incipientes y, así, diagnosticar el origen de las problemáticas de conservación con el fin de revertir las tendencias negativas y planificar una mejor gestión y conservación de la biodiversidad», afirma.
El nuevo protocolo tiene en cuenta cuatro grandes niveles ecológicos: especies, hábitats, procesos ecológicos y factores de cambio. Además, incluye las interacciones biológicas entre los componentes de la biodiversidad e integra las redes tróficas, desde la producción primaria hasta los depredadores.
«En el trabajo, hemos definido un total de veintisiete indicadores prioritarios, trece de los cuales hacen referencia al estado de las especies, dos a los hábitats, cuatro a los procesos ecológicos y, los ocho restantes, a los efectos de los factores de cambio en el ecosistema», destaca Roger Puig-Gironès, miembro de la UB-IRBio y de la Universidad de Girona.
Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac
El Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac posee una gran tradición naturalista. Gestionado por el Área de Espacios Naturales de la Diputación de Barcelona —copartícipe de la iniciativa del CMBMM—, es el parque natural más antiguo de todo el Estado y destaca por su singularidad y riqueza biológica.
En el Parque abundan los encinares y los pinares muy bien conservados —como los bosques de pino salgareño (Pinus nigra salzmannii), declarados hábitats de interés comunitario por la Unión Europea—, además de matorrales, pequeños cultivos y pastos que son el resultado del abandono de la actividad agrícola y ganadera.
Es también el hábitat natural de especies mediterráneas amenazadas como el águila perdicera (Aquila fasciata) o el alimoche (Neophron percnopterus), motivo por el cual el Parque está integrado en la Red Natura 2000 y es zona de especial protección para las aves (ZEPA).
La elevada presión humana —hiperfrecuentación, erosión, antropización del medio, contaminación, etc.— condiciona la conservación de la biodiversidad en el Parque, así como la pérdida de bosques viejos por la intensificación de las explotaciones forestales, y los efectos del abandono de los usos tradicionales, que ocasiona pérdida de especies mediterráneas. «Por ello, es necesario disponer de un sistema de seguimiento y de información integral basado en datos científicos y robustos, y así priorizar los recursos para evitar la pérdida de biodiversidad», apuntan los autores.
El nuevo protocolo estandarizado de seguimiento de la biodiversidad, implementado desde el CMBMM, podrá aplicarse en el futuro al conjunto de la Red de Parques Naturales de la Diputación de Barcelona como una herramienta estratégica para la monitorización de la biodiversidad, la toma de decisiones, el conocimiento ecológico y la explotación sostenible de los recursos.
Artículo de referencia: https://www.dicyt.com/noticias/nuevo-protocolo-para-estudiar-y-conservar-la-biodiversidad