Con hasta dos metros y medio de longitud y más de cien kilos de peso, el siluro (silurus glanis), una de las más voraces especies exóticas invasoras de nuestros ríos pero poco exigente con la calidad del agua, llegó de Centroeuropa a la península Ibérica en la década de los 70 para quedarse.
Hoy, este longevo y prolífico pez -puede vivir hasta 25 años y poner hasta 30.000 huevos en cada ciclo reproductor- constituye un desafío económico y ecológico a gran escala en más de 16 países fuera de su área de distribución natural.
El avance del siluro
Fue el hombre quien lo introdujo como especie de interés para la pesca recreativa en ríos y embalses, en el caso de la península Ibérica en la cuenca del Ebro, desde donde se dispersó por las del Duero, Tajo y Júcar; hoy, está incluida en el Catálogo de Especies Invasoras del Ministerio para la Transición Ecológica.
Oportunista, voraz y agresivo, los ejemplares jóvenes devoran el plancton de la columna de agua, pero en su fase adulta consumen peces, anfibios, mamíferos e incluso aves acuáticas.
Prefiere aguas lentas, turbias, con fondos profundos y blandos, como las zonas embalsadas, que soportan una asombrosa densidad; en el embalse de Belver, en Portugal, puede haber hasta 3.000 ejemplares, dos por cada metro de río.
Monitoreo de ejemplares vivos
Filipe Ribeiro, investigador de la Universidad de Lisboa, participa en un proyecto impulsado por el Centro de Ciências do Mar e do Ambiente (MARE) para estudiar la población de siluros en el último tramo embalsado del río Tajo y contribuir a la elaboración de un plan para su control.
La introducción del siluro en embalses y ríos lleva asociada la suelta de otros peces invasores que le sirven de alimento, como alburnos o percasoles, lo que multiplica el impacto negativo sobre el ecosistema y su equilibrio, informan desde el proyecto Life Invasaqua, coordinado por la Universidad de Murcia y en el que participa Efeverde de la Agencia Efe.
Estas especies contribuyen asimismo a la entrada de patógenos no nativos de los que son portadores y causan un impacto socioeconómico, pues predan sobre especies autóctonas de interés para la pesca.
Sectores afectados: pescadores
Francisco Pinto es pescador profesional en el embalse de Belver, donde “hace años se pescaban unos 50 kilos diarios de barbos y bogas y hoy no se pesca ninguno”, en parte porque -al igual que especies tan apreciadas como la lamprea- son devorados por el siluro.
Pinto lamenta que los pescadores deportivos devuelvan al río este y otros peces invasores para que aumenten de tamaño y sean más apreciados, en contra de lo que dicta la ley, que obliga a retirar estos ejemplares del agua.
Su opinión choca sin embargo con la de los propios interesados, que consideran que su postura es “más ecologista”, porque la presencia de exóticas contribuye “en muchos casos” al equilibrio del río, en favor de las propias especies nativas.
El alcalde del municipio portugués de Mora, Luís Simâo, ha explicado que en el río Raia, que discurre por el término municipal, estuvo casi extinto el barbo, entre otras razones porque servía de alimento a carpas y otros invasores, pero “la llegada del alburno le favoreció”, pues este pez pasó a formar parte de la dieta de esos depredadores.
Existen en los ríos portugueses cerca de 45 especies de peces nativos, como barbos, bogas o lampreas, 28 de las cuales son endémicas de la península Ibérica y diez sólo existen en Portugal.
Fuente: Cristina Yuste / EFE VERDE,
Artículo de referencia: https://www.efeverde.com/noticias/eei-invasaqua-siluro-oportunista-predador-especie-invasora/,
Un artículo muy interesante, es cierto que el siluro es muy dañino para el medio ambiente, pero, ¿Qué pasa con las grandes presas?, éste depredador no es un santo, pero también tenemos que tener en cuenta que un muro de 150 metros en medio del cauce de un río no ayuda a las especies autóctonas.
Un saludo y gracias por vuestro contenido