La Agencia Medioambiental Europea publicó en agosto de este año un informe interactivo sobre la calidad del aire en ciudades europeas, que permite comparar su evolución y las diferencias entre unas y otras, y conocer cómo de limpio es el aire de tu ciudad.
Sin necesidad de entrar en detalle sobre la metodología que utilizan para ello, se puede comprobar que, en la selección de localidades españolas que han formado parte de este estudio, predominan los niveles 2 y 3 de calidad (del 1 al 5, siendo 1 el mejor).
Es un dicho extendido el que, en salud, el código postal puede influir más que el ADN. La calidad del aire exterior condiciona en cierta medida lo que respiramos en casa: si cuidamos nuestro entorno, reducimos las emisiones de CO2 y de NOx -, haciendo más sostenibles nuestro entorno construido, el urbanismo, etc., mejorando la calidad del aire ambiente de nuestro ecosistema.
La contaminación del aire no conoce fronteras
Pero no es suficiente reinventar cómo nos relacionamos con el medioambiente, cómo utilizamos los recursos de la naturaleza, y cómo damos forma a nuestras ciudades. Necesitamos métricas de sostenibilidad, y optimizar el control que nos ayuda a reducir nuestras emisiones antropogénicas, y esforzarnos en modelos de desarrollo urbano sostenible.
Según estadísticas recientes, el 70% de la población mundial vive en ciudades, donde se produce el 80% de la actividad económica y se utiliza el 70% de la energía generada a nivel global. El crecimiento demográfico continúa. Dado que existe una correlación entre la calidad del aire exterior e interior, es imprescindible preservar el aire exterior, adoptando formas de vida sostenible: la contaminación atmosférica no conoce fronteras.
Calidad del aire interior (CAI)
Así como buscamos limitar la polución y conseguir mejores índices de calidad atmosférica, también debemos asegurar la calidad del aire de los interiores, en los que pasamos una media del 90% del tiempo.
Aunque hemos relajado los estímulos que surgieron durante la pandemia para impulsar medidas de mejora de la CAI, existen tecnologías de filtración y de ventilación muy avanzadas que permiten una calidad del aire interior óptima, con un consumo mínimo de energía.
La selección de los filtros para cada instalación y cada equipo debe tener en cuenta la caracterización fisicoquímica del aire exterior, los sistemas de ventilación de los edificios, los usos y niveles de ocupación. Un diseño correcto de los sistemas de filtración y una buena instalación, aseguran una base de aire limpio para respirar en el interior, siempre cumpliendo con el principio de eficiencia energética y con las normativas.
El mantenimiento de los filtros también es crítico. Remplazamos los filtros de agua potable cuando observamos que está sucio y que la acumulación de suciedad impide el paso del agua (no los lavamos y los volvemos a colocar: se compran repuestos). Es lo mismo en el caso de los filtros de aire: deben cambiarse con la frecuencia adecuada, ya que lavarlos no es suficiente.
La ventilación es otro de los caballos de batalla
Ventilar abriendo ventanas no siempre es suficiente. El confort térmico eficiente es la base de un entorno construido sostenible y saludable, pero el bienestar va más allá: los niveles de humedad, la pureza y la renovación del aire son otros factores importantes. Debemos ser responsables cuando interactuamos con nuestros edificios, y hacer una aproximación integral, valorando las actuaciones sobre ellos de manera holística. Por ejemplo, al actualizar la envolvente de los edificios deben revisarse las necesidades de ventilación para evitar el síndrome del edificio enfermo que afecta a nuestro entorno urbano y a la salud humana.
Cuida el aire que te rodea
Para cuidar el aire que te rodea, lograr un aire limpio en interiores y un confort térmico adecuado, es preciso cuantificar todos los parámetros de calidad del aire, mediante sistemas de medición, monitorización, regulación y control. El rendimiento del conjunto de todas las tecnologías utilizadas para el confort térmico, la humedad, la ventilación y calidad del aire en interiores, tiene un impacto insuperable en la salud y la seguridad de las personas (además de la productividad y el ahorro energético y económico). El tipo de construcción, las cargas térmicas, la ocupación y actividad humana real y los materiales utilizados – tejidos, electrodomésticos y muebles – pueden contribuir a la degradación de la calidad del aire.
¿Y ahora qué hacemos?
Elevar el nivel de la calidad del aire – exterior e interior – debería ser una cuestión evolutiva, no revolucionaria. Debería ser un estándar de vida garantizado y no basado en la demanda o simplemente un lujo reservado para la élite.
Ahora que se habla tanto de hojas de ruta, ¿dónde está la de la CAI?
Fuente: Marta San Román, AFEC, Iyad Al-Attar