Medio mundo está pendiente de un valor: 1,5 grados. Ese es el límite de aumento de temperaturas globales al que se debería llegar de aquí al año 2100. Al menos ese es el calentamiento máximo que deberíamos permitirnos en ese año, según se han comprometido las naciones firmantes del Acuerdo de París contra el Cambio Climático. Lo malo es que casi nadie cree que ese compromiso pueda cumplirse. Los escenarios previstos para final de siglo, incluso los más optimistas, sugieren calentamientos de entre 2 y 5 grados.
Superar ese límite de 1,5 puede traer consecuencias que aún no entendemos bien. Las proyecciones son harto variables: desde las más catastrofistas (que nos avocan a un futuro realmente preocupante) hasta postulados que proponen que aún estamos a tiempo de adaptar nuestras vidas, nuestras estructuras productivas y nuestro modo de vida a la inevitable realidad de un mundo más cálido.
Modificación del clima
¿Pero de qué depende que la modificación del clima sea catastrófica o no? Un estudio presentado ayer en la revista Nature Climate Change ha estudiado por primera vez las condiciones socioeconómicas que van a afectar a nuestra futura capacidad de respuesta ante el calentamiento y plantear que hay motivo para la esperanza.
Los investigadores, del International Institute for Applied Systems Analysis, (IIASA) han utilizado modelos informáticos para simular posibles escenarios en los que sería más probable limitar el aumento de las temperaturas hasta 2100. Todos ellos se basan en un set de variables ideado por el propio IIASA, una especie de hoja de ruta basada en diferentes motores de cambio social y económico, por ejemplo el aumento de la población, la adquisición de hábitos sostenibles o la mejora tecnológica.
La intención del trabajo es entender si existe algún escenario en el que sea más fácil mantener el compromiso de París. ¿Qué deberíamos, pues, hacer para lograr escapar a las peores previsiones? No todos los cambios sociales propuestos permiten tener espacio a la esperanza, pero algunos son realmente prometedores.
Apenas unos ajustes en la configuración del mix de energía utilizada, reduciendo la aportación de las energías basadas en el carbón y un descenso en la demanda energética global son claramente escenarios en los que se garantiza la limitación del calentamiento a 1,5 grados. En otras palabras, frente a algunas propuestas que aseguran que no es posible hacer nada para reducir el calentamiento, este trabajo ofrece una razón para el optimismo: la correcta política energética aún impactaría en una evidente mejora de los pronósticos.
Reducir emisiones
¿Merece la pena entonces empeñarse en seguir reduciendo las emisiones de CO2, aumentando el uso de energías limpias y eliminando parte de los combustibles fósies que hoy quemamos? En los modelos de más éxito arrojados por los ordenadores, la respuesta es sí. Se percibe un pico máximo de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 y un considerable descenso a partir de entonces en algunos casos. Incluso se alcanza el escenario de cero emisiones netas en 2075 en ciertos modelos.
Un dato interesante es que la demanda energética no parece tener que aumentar indefinidamente. Incluso si la población sigue creciendo al ratio que lo está haciendo ahora, una correcta política global de consumo responsable puede mantener la demanda energética en 2100 dentro de los niveles de sostenibilidad.
La inclusión de medidas de apoyo a energías renovables tiene un efecto sorprendentemente positivo. Si se mantienen estas medidas, a mitad de siglo, el 60% de la electricidad generada provendrá de fuentes sostenibles.Esto supone un cambio de paradigma: durante mucho tiempo se ha pensado que la prevalencia de los combustibles fósiles es prácticamente inamovible a medio plazo.
La conclusión del informe no puede ser más prometedora. Todavía hay espacio para la acción. Aunque las propuestas no dejan de ser meramente teóricas y basadas en modelos de ordenador. Es cierto que se pueden poner en marcha medidas que aún tendrían efecto. Pero eso no significa ni que los políticos estén dispuestas a tomarlas ni que los ciudadanos las vayamos a asumir.
Fuente: LA RAZÓN / Jorge Alcalde,