"El mundo actualmente se ocupa de las repercusiones climáticas de plazo más corto debidas sobre todo a fenómenos meteorológicos extremos"- afirma Alexander Müller, Subdirector General de Recursos Naturales en la FAO.
"Es indispensable, pero se prevé que los efectos "de inicio lento" produzcan cambios más profundos que pongan en dificultad los servicios del ecosistema necesarios para la agricultura, con consecuencias potencialmente catastróficas en la seguridad alimentaria en el período de 2050 a 2100. No tiene mucho sentido afrontar los cambios de largo plazo después del hecho, hay que apoyar hoy la agricultura en el mundo en desarrollo para que adquiera mayor resiliencia", explicó.
"Si bien estos cambios se producen lentamente y toma tiempo que se manifiesten, no es posible sencillamente no tenerlos en cuenta -añade Müller-. Es necesario superar la tendencia acostumbrada a adoptar una perspectiva de corto plazo e invertir en cambio en el largo plazo."
En el documento se mencionan las medidas que los gobiernos podrían contemplar en las negociaciones sobre el cambio climático para garantizar que la seguridad alimentaria no se vea amenazada.
La inseguridad alimentaria como indicador de la vulnerabilidad
La FAO recomienda que la seguridad alimentaria se utilice como indicador de la vulnerabilidad al cambio climático.
Los sistemas de producción de alimentos y los ecosistemas de los que dependen son muy sensibles a la variabilidad del clima y el cambio climático. Las modificaciones que se presentan en la temperatura, las lluvias y los brotes consiguientes de plagas y enfermedades pueden reducir la producción. Los grupos pobres de la población, que dependen de las importaciones de alimentos, son particularmente vulnerables a esos efectos.
"Si pretendemos evaluar la vulnerabilidad al cambio climático, es muy sensato ver en la seguridad alimentaria un indicador importante", indica Müller.
La gestión de los riesgos de largo plazo del cambio climático
La FAO recomienda que se dé más espacio en la estructura mundial para la adaptación a los riesgos asociados a esas repercusiones del cambio climático que se inician lentamente, en particular a los riesgos para la seguridad alimentaria. Hasta ahora han recibido poca atención en la agenda del cambio climático.
Una medida clave que se destaca en el documento es la necesidad de desarrollar variedades de alimentos básicos mejor adaptadas a las condiciones climáticas previstas para el futuro.
El material fitogenético almacenado en los bancos de genes se debería analizar teniendo en vista las necesidades futuras. Se deberían recoger otros recursos fitogenéticos -como las variedades silvestres de los cultivos alimentarios- y estudiarse debido al riesgo de que desaparecieran.
Es posible obtener cultivos adaptados al clima, como por ejemplo, variedades de los principales cereales que sean resistentes al calor, a las inundaciones y al agua salada. El informe hace hincapié en que esto se debe hacer respetando los derechos de los mejoradores y de los agricultores, de conformidad con el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos.
Consecuencias en la seguridad alimentaria de atenuar el cambio climático
La FAO recomienda que los países consideren la seguridad alimentaria una protección socioeconómica en las medidas de atenuación. Afrontar la demanda creciente de combustibles, alimentos y fijación de carbono será un reto para los encargados de elaborar las políticas en los países, en lo que se refiere a la captura de sinergias y la gestión de compensaciones en la competencia por los usos de las tierras. Ya se asocia la producción de biocombustibles (una medida de atenuación) al alza de los precios de los alimentos de 2007-2008.
Asimismo, hay indicios de que el éxito de REDD+ (una iniciativa para reducir las emisiones producidas por la deforestación y la degradación de los bosques e incrementar el almacenamiento de carbono en los mismos) dependerá del acierto con que se lleve a cabo la gestión de los nexos con la agricultura.