Una de las primeras medidas sería establecer calendarios para el cierre de las centrales eléctricas que emplean combustibles fósiles para la generación de electricidad. De esta manera se prescindiría del carbón con un horizonte cierto y cercano.
Quizás en el sector residencial sean necesarios otros plazos para usos como el Agua Caliente Sanitaria (ACS) y la calefacción, en cualquier caso, con un horizonte de desaparición para 2030 o antes. Son necesarios planes específicos para la sustitución y supresión de las calderas de gas, carbón y derivados del petróleo que elimine su instalación en unos pocos años.
Aparejada a la primera, la siguiente sería congelar la construcción de centrales nuclear y sustituir paulatinamente las centrales nucleares en funcionamiento por potencia en exclusiva procedente de energías renovables.
Para prescindir de estas infraestructuras es paso necesario que los Estados diseñen, potencien o reactiven (en el caso de España) sus planes de fomento de las energías renovables, teniendo en cuenta las medios y costes actuales según todas las tecnologías disponibles.
En este desarrollo de las renovables, se debe poner en el centro de la planificación el autoconsumo, el balance neto, la generación distribuida y las redes inteligentes (smart grid), incentivando estas cuestiones y modificando el marco regulatorio para que eliminar las trabas al autoconsumo que frenan su desarrollo en muchos países, siendo especialmente gravosa la situación en España.
Y es que muchas de estas trabas proceden de la presión de los actuales lobbies energéticos que velan por la oscuridad en el sector. De ahí que sean necesarias auditorías claras de los costes energéticos que sean la base para cambiar el actual sistema de conformación de precios de la energía por otro nuevo e independiente que asegure la democratización de la energía, el derecho al autoconsumo renovable y la incorporación de criterios sostenibles y no siempre únicamente de carácter económico.
Relacionado con el reciente anuncio del Banco Mundial y su negativa a financiar nuevos proyectos basados en combustibles fósiles, es necesario potenciar únicamente inversiones donde intervengan energías renovables y la eficiencia energética, y no incidir en la proliferación de actividades e infraestructuras relacionadas con fuentes no renovables.
Y es que esta inversión también aparece en forma de subsidios encubiertos que cubren las pérdidas por falta de competitividad de industrias como la del carbón, o los pagos por capacidad de las centrales de gas que sostienen en muchos países a parte de estas instalaciones. En el caso de España, a cerca del 80% de las centrales de gas de ciclo combinado.