El comportamiento del hielo está cambiando en todo el mundo. Las famosas nieves del Kilimanjaro son hoy una cuarta parte de lo que eran hace un siglo, los glaciares de los Alpes han perdido dos metros de altura en la última década y el casquete polar Ártico ha disminuido en un 10% desde 1990.
En España la primavera se va adelantando dos días cada década y, de acuerdo con el Instituto Pirenaico de Ecología-CSIC, la mitad de los glaciares en este macizo han desaparecido en los últimos 35 años. De Groenlandia a Argentina, pasando por Suiza o el Himalaya, las masas heladas en la tierra y el mar se están reduciendo. Lo difícil es establecer a qué velocidad.
«Al estudiar el hielo marino, sólo estamos mirando a Groenlandia y la Antártida, pero en tierra tenemos más de 215.000 glaciares distribuidos por todo el planeta», señala Michael Zemp, experto en glaciares de Universidad de Zúrich, «es difícil conseguir financiación para mediciones in situ».
La suma de todas esas masas de agua helada se estima en 170.000 kilómetros cúbicos, que pueden desempeñar un papel fundamental en el aumento del nivel de los océanos, pero su dispersión por todo el globo complica la tarea de monitorizar su evolución.
«Pero ahora los satélites comienzan a detectar los cambios de elevación de los glaciares a una gran precisión«, explica Zemp, que ha dirigido un estudio realizado por un equipo internacional y que se publica este lunes en Nature.
«Eso nos ha permitido una nueva línea de observación que debe servir para predecir mejor los cambios futuros y los impactos relacionados con el ciclo del agua y el aumento del nivel del mar».
10 billones de toneladas de hielo
De acuerdo con la investigación, a día de hoy los glaciares han perdido casi 10 billones -9,62 millones de millones- de toneladas de hielo desde 1961, lo que ha contribuido 27 milímetros en la subida del nivel del mar. Eso significa que el hielo procedente de estos gigantes supone entre un 25% y un 30% al aumento actual del nivel de los océanos.
El ritmo actual es de 335.000 millones de toneladas de hielo perdidas cada año y, según el texto, las contribuciones más importantes vienen de los glaciares de Alaska, seguidos de cerca por los campos helados de Patagonia y el hielo interior (indlandsis) de las regiones árticas.
Aunque los glaciares de los Alpes, el Cáucaso y Nueva Zelanda han sufrido una pérdida de hielo similar, su menor tamaño hace que sean menos significativas en su influencia sobre el comportamiento de los océanos.
«Los glaciares pierden un 18% más de hielo de lo que se estimaba en el último informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos de Naciones Unidas (IPCC)», afirma Zemp.
Eso significa que están perdiendo cada año una cantidad tres veces mayor a todo el hielo almacenado en los Alpes, por lo que los glaciares contribuyen a una pérdida en la de masa del hielo terrestre equivalente al que desaparece en Groenlandia y muy superior al de la Antártida.
«Nuestro estudio se basa en una muestra mucho más grande que el IPCC [más 19.000 glaciares, en comparación con los 500 de los expertos de la ONU] y proporcionamos resultados anuales para todas las regiones desde hace más de medio siglo».
Sobre el terreno
Los glaciares de todo el mundo se derriten de forma natural cada verano, para que llegado el invierno las nieves -originadas en la evaporación desde la superficie oceánica- equilibren la pérdida de masa.
Sin embargo, en el último siglo las temperaturas cada vez más altas han provocado un deshielo estival superior, al tiempo que las nevadas disminuían por la llegada tardía del invierno y la anticipación de la primavera. En ese desequilibrio en las precipitaciones y la evaporación del océano se halla una parte importante del aumento del nivel del mar.
Para este nuevo estudio, los expertos han combinado el trabajo de campo con mediciones por satélite. Éstas últimas analizan la superficie y proporcionan datos sobre los cambios en el espesor de la capa de hielo, que permiten a los científicos reconstruir su evolución en diferentes momentos.
A esta labor se suma además la información almacenada en la base de datos del Servicio Mundial de Vigilancia de Glaciares, que cuenta con una red internacional de observadores.
«Al combinar estos dos métodos de medición y contar con un nuevo conjunto de datos, podemos estimar la cantidad de hielo que se ha perdido cada año en todas las regiones montañosas del mundo desde la década de 1960», detalla Zemp.
«Las mediciones glaciológicas realizadas sobre el terreno nos proporcionan las fluctuaciones anuales, mientras que los datos del satélite nos permiten determinar la pérdida total de hielo a lo largo de años o décadas».
Fuente: AMADO HERRERO / EL MUNDO,
Artículo de referencia: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2019/04/08/5cab6158fdddffc43c8b45c2.html,