La UE apuesta por la descarbonización de la economía y está planteándose incrementar la ambición de los objetivos establecidos. Ya durante 2017 ha desarrollado iniciativas para fijar una mayor ambición en los objetivos planteados a 2030 y reducir los numerosos riesgos y consecuencias derivadas del cambio climático.
¿En qué se basan estos movimientos de la UE alrededor de la descarbonización?
- Incrementar el objetivo de energías renovables sobre energía final del 27% al 35%, y convertir este objetivo en vinculante, según la Propuesta del Parlamento Europeo de mayo de 2017.
- Fijar el objetivo de eficiencia energética en el 30%, incrementando el anterior objetivo del 27%, según la Propuesta de la Comisión Europea acordada por los ministros de Energía. Recientemente (noviembre de 2017) el Parlamento Europeo ha aprobado una propuesta para incrementar aún más dicho objetivo, y fijarlo en un 40% a nivel europeo.
Si nos fijamos en los sectores de actividad de la UE, con algunas variaciones según el país, el transporte es el sector con mayor volumen de emisiones en 2015, seguido de la generación eléctrica, la industria, y el sector residencial y servicios. Como podemos ver la electrificación es determinante en la disminución de emisiones y tiene un papel crucial en cada uno de estos sectores.
Por otra parte, si nos fijamos en la demanda de energía final, su evolución está sujeta al desarrollo de una serie de tendencias que podemos agrupar en 5 dimensiones:
- Sociales, donde destaca el grado de concienciación medioambiental de los ciudadanos y el impacto de éste sobre sus decisiones de consumo y uso energético, con una mayor información y capacidad de control por parte de los consumidores.
- Tecnológicas, donde sin duda sobresale la mejora de prestaciones del vehículo eléctrico, muy ligada a la evolución de las baterías y a la implantación generalizada de puntos de recarga.
- Económicas, principalmente ligadas a la presumible recuperación de la actividad y al aumento en el consumo de energía final, y la proliferación de modelos de negocio basados en la economía colaborativa, que producen actividades disruptivas como en el caso de la movilidad compartida (por ejemplo, car sharing y car pooling).
- Medioambientales, como por ejemplo el incremento de la contaminación en las urbes, lo que supone graves problemas recurrentes, o los efectos del cambio climático sobre el planeta en forma de acontecimientos meteorológicos extremos.
- Políticas, como puede ser la intervención regulatoria vinculada a la descarbonización, los incentivos económicos que pueden dedicarse a tecnologías libres de emisiones, la propia regulación del sector energético o la fiscalidad que se aplique a las diferentes fuentes de generación de energía.
Se puede apreciar que estas tendencias están relacionadas y existen un alto grado de incertidumbre en su futura evolución. Algunas de éstas ya se están materializando, como la recuperación económica o aquellas derivadas de la transformación digital que vive la sociedad.
En este sentido, identificamos como incertidumbres críticas para el futuro del sector energético a medio plazo, tanto el grado de electrificación de la demanda como el desarrollo de la eficiencia energética en equipos de uso de la energía. Mientras algunos países (tanto de la UE como de fuera) se han lanzado de forma decidida a liderar esta transición energética basada en la electrificación, otros como España, siguen apostando por opciones contaminantes como el carbón y el gas como principales vectores energéticos.