Las proyecciones sobre los efectos del cambio climático en la Comunidad de Madrid dibujan escenarios preocupantes, que llegan a contemplar subidas de las temperaturas máximas de hasta 7 ºC para finales de este siglo. Pero no es necesario esperar tanto para advertir cómo los efectos del calentamiento global se hacen notar ya.
Técnicos de Reforesta han observado fresnos en flor a principios de noviembre, cuando lo habitual es que florezcan en marzo-abril. También se han visto encinas, cuando su época de floración es abril-mayo, y es sorprendente ver a estos árboles con flores y bellotas al mismo tiempo; sin embargo, esto es lo que puede observarse estos días centrales de diciembre en San Agustín de Guadalix, a 900 metros sobre el nivel del mar.
Este fenómeno se debe a que este otoño, además de húmedo, está siendo muy cálido; según los datos publicados por la AEMET (Agencia Estatal de Meteorología), septiembre, noviembre y, especialmente octubre, han registrado en la Comunidad de Madrid temperaturas por encima de la media del periodo de referencia, 1971-2000, y en las series de precipitación del periodo 1981-2010 se muestra una disminución de la lluvia registrada en muchas estaciones respecto al anterior periodo de referencia, 1971-2000. Así, en el Puerto de Navacerrada la precipitación ha disminuido un 7,5 por ciento, en Madrid Cuatro Vientos un 4,8 por ciento y en Getafe un 8,5. Si bien es preciso tener en cuenta la variabilidad natural del clima, esta situación se corresponde con la tendencia que muestran las proyecciones climáticas.
La floración fuera de época exige a los árboles un esfuerzo adicional que les resta energía para el resto de sus funciones vitales y, en particular, para la siguiente floración primaveral. Si, debido a las alteraciones producidas por el cambio climático, esta circunstancia se repitiese con más frecuencia, repercutiría en la salud de los árboles, haciéndoles más vulnerables a los ataques de plagas, lo cual aumentaría el volumen de madera muerta en el monte y el riesgo de incendio forestal. Este proceso sería un círculo vicioso que provocaría la degradación de la tierra, el avance de la desertificación y la emisión a la atmósfera del carbono retenido en los tejidos de los árboles, lo cual, a su vez, reforzaría el efecto invernadero y el consiguiente calentamiento global.
Pero no es éste el único fenómeno observable en la Comunidad de Madrid que revela cómo la variación climática trastoca el equilibrio de la naturaleza: buena parte de las especies vegetales que hacen de la flora ibérica una de las más ricas de Europa son herbáceas que se refugiaron en las cumbres montañosas tras el fin de la última glaciación. Y ahora arbustos como el piorno y el enebro rastrero invaden su espacio, ya que las temperaturas medias más elevadas les permiten ganar terreno a costa de estas especies herbáceas, muchas de ellas endémicas y amenazadas.
En opinión de Miguel Á. Ortega, presidente de Reforesta, “a corto plazo no es previsible una situación dramática para nuestros bosques debida al cambio climático, pero ya hay signos evidentes de que hemos comenzado a recorrer el camino que conduce a una mayor deforestación, lo cual tendrá graves consecuencias. Es necesario que seamos conscientes de ello y que autoridades y ciudadanos tomemos muy en serio la adopción inmediata de políticas rigurosas de mitigación y adaptación al cambio climático”.