El glaciar de Monte Perdido, se encuentra en el Parque Nacional de Ordesa, ubicado en el Pirineo, a una altura de entre 2.700 y 3.250 metros, desde hace 2.000 años. Testigo de las variaciones ambientales, ha resistido a épocas cálidas y ha perdido en un siglo el hielo acumulado en los últimos seis. Sin embargo, tiene las décadas contadas, pues según los expertos no podrá aguantar el cambio climático actual, que acabará con él en unos 20 o 30 años.
Se trata de un ejemplo de la situación actual de los Glaciares Pirenaicos, protegidos por ley y declarados monumento natural, que han pasado de ocupar 2.060 hectáreas en 1850 a 210 en la actualidad, y de 52 masas de hielo a solo 19.
Un estudio del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ha permitido conocer la edad del glaciar de Monte Perdido y su evolución, gracias a varias dataciones realizadas con la técnica de carbono 14 sobre restos orgánicos encontrados en el hielo.
Monte Perdido
El objetivo de los investigadores era saber si en los últimos milenios el glaciar experimentó algún periodo de retroceso semejantes o si pudo llegar a desaparecer en épocas cálidas. Han llegado a la conclusión de que el glaciar de Monte Perdido está presente desde los últimos 2.000 años.
Resistió durante el periodo romano y la Edad Media, sufrió una etapa de fusión por el aumento de temperaturas y sequías entre los siglos X y XIV, durante la denominada Anomalía Climática Medieval. Creció desde el siglo XV hasta el XIX, en la Pequeña Edad de Hielo, debido a las bajas temperaturas y las abundantes nevadas.
Uno de los equipos de investigadores del IPE llevó a cabo la misión pionera de estudiar y conocer la edad de este glacial, del que extrajeron una columna de hielo de entre 10 y 15 metros de altura. Perseguían «descifrar» los mensajes atrapados en el hielo y así reconstruir el clima desde el momento de la formación del glaciar.
La investigación, realizada en el marco del proyecto Explora Paleoice, ha sido dirigida por Ana Moreno Caballud, geóloga de dicho instituto, en colaborción con otros especialistas. El caso de un glaciar del sur de Europa que sobrevivió a los períodos cálidos romanos y medievales, pero está desapareciendo con el calentamiento reciente, es el título del informe de esta investigación, publicado en la revista La Criosfera de la Unión Europea de Geociencia.
Excepcional cambio climático actual
Moreno ha señalado que los resultados demuestran la «excepcionalidad» del cambio climático, al menos en los últimos 2.000 años. El glaciar de Monte Perdido ha visto como en un siglo se ha fundido el hielo acumulado en los últimos 600 años, durante la etapa fría de la Pequeña Edad del Hielo.
Los análisis geoquímicos han confirmado la enorme pérdida, ya que los indicadores de actividad humana que se han analizado (hollín, mercurio o plomo, en parte derivado de la gasolina) se encuentran en valores muy inferiores a los esperados en la parte superior de la secuencia de hielo. Los investigadores han podido «dar un contexto temporal», según Moreno, «veíamos que los glaciares estaban desapareciendo, pero no sabíamos si teníamos un hielo de hace solo 100 años o más».
Para datarlo, además de los análisis de carbono 14, se han comparado valores de elementos presentes. «Sabemos que hay constancia de plomo en la atmósfera estos últimos 20 o 30 años y mercurio desde hace 300. Esos indicadores no los encontramos en el glaciar, están en unas cantidades mucho menores que las que cabría esperar si tuviéramos hielo reciente», ha señalado la investigadora. Y ha precisado: «Es como si alguien se hubiera comido los últimos 600 años de hielo».
El estudio concluye que el calentamiento actual en los Pirineos es más rápido e intenso que el ocurrido en las anteriores fases cálidas de los últimos 2.000 años; por lo tanto «es razonable» esperar la desaparición de la masa helada de Monte Perdido y otros glaciares en las próximas dos o tres décadas. Es una amenaza «cada vez más a corto plazo», advierte la autora del estudio.
La lenta desaparición de los glaciares
Los glaciares, centinelas del cambio climático, atraviesan un lento, silencioso e imparable retroceso camino hacia su desaparición. En 1850 había 52 glaciares en los Pirineos con una extensión de 2.060 hectáreas; en 1984 eran 39, con 810 has, y en 2008, había 22 glaciales que ocupaban 306 has. La estimación, actualizada en 2016 por varias universidades españolas y el IPE, a partir de imágenes de satélite y observaciones sobre el terreno, rebajó los datos hasta 19 masas heladas y 242 has.
Esto significa un retroceso del 88% desde el final de la Pequeña Edad de Hielo, a mediados del siglo XIX. La nueva revisión de 2020 confirmó un declive acelerado, pues apenas quedan 210 has, un 13% menos que hace cuatro años.
Glaciar de Monte Perdido
Un ejemplo de esa progresiva desaparición es el glaciar de Monte Perdido, en el que desde 2011 se realiza un exhaustivo seguimiento. Se han constatado pérdidas casi todos los años, como los 2,3 metros de espesor desaparecidos en 2017. En algún invierno aislado ha aumentado, pero eso no compensa el retroceso de siete metros de espesor en casi una década.
En 2016 tenía una superficie de 37,8 hectáreas, diez menos que en 1981. Los datos muestran que el glaciar ha perdido de media cinco metros de grosor, aunque en algunos puntos son 14 metros menos; en general retrocede un metro al año. Esto se suma a las medidas anteriores, que muestran una pérdida global de unos 50 metros entre 1980 y 2010.
Monte de la Maladeta
Otro glaciar monitorizado para su observación es el de la Maladeta, en el valle de Benasque. Los expertos estiman que, en el escenario más pesimista, dentro de 20 o 30 años habrá desaparecido, según un modelo de evolución que tiene en cuenta diferentes posibilidades de cambio climático hasta el año 2100.
Según el Plan Rector de Uso y Gestión de los Monumentos Naturales de los Glaciares Pirenaicos, de ocho macizos montañosos que presentaban hielo en los Pirineos, solo quedan cuatro. En tres décadas el glaciar de Coronas ha reducido tres cuartas partes de su superficie y ha pasado a ser un helero; casi ha desaparecido el del macizo de Balaitus que en 1983 tenía una extensión de 23 has y el de la Maladeta se ha partido en dos.
Fuente: JAVIER ORTEGA / EL MUNDO,
Artículo de referencia: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2021/05/06/608bef8421efa0fe088b45c9.html,