Europa contesta al cambio climático
Cuando, el pasado 2 de junio, el presidente de EEUU Donald Trump decidió que su país dejaba de ser un aliado del planeta contra el cambio climático -“es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París”-, muchos ejecutivos se revolvieron en sus sillas. La industria, aunque solo sea por pura necesidad, reaccionó contra el demoledor anuncio del segundo país emisor de gases efecto invernadero del globo, y lo hizo para tomar partido por un futuro donde las energías renovables cambien el inquietante curso actual de los acontecimientos. Exxon Mobil, Chevron, General Electric, Apple, Google, Microsoft, Intel, Nike, Gap, Levi’s o Starbucks se posicionaron ante el “error colosal” de Trump. A este lado del Atlántico, Europa se mantuvo firme: “No habrá una renegociación del acuerdo de París”, fue el mensaje unánime.
Al fin y al cabo es una elección entre susto o muerte. “Tenemos que cambiar el modelo del desarrollo. Las perspectivas demográficas hablan de que la población va a crecer hasta los 9.500 millones de habitantes en 2050 y el 70% va a vivir en ciudades. La presión sobre los recursos será enorme…, la demanda de energía va a crecer más de un 30% para satisfacer las necesidades. Pero si seguimos consumiendo al ritmo actual nos harán falta tres planetas. Necesitamos desvincular el crecimiento de las emisiones”, pronostica Daniel Calleja.
El director general de medio ambiente de la Comisión Europea fue uno de los participantes en el desayuno de redacción sobre el cambio climático patrocinado por Acciona y organizado por EL PAÍS en un momento de zozobra política y de grandes decisiones, también en España. El Gobierno prepara la ley de cambio climático, una norma que, según Valvanera Ulargui, directora general de la Oficina Española de Cambio Climático y Transición Energética, debería enfocarse con una gran ambición, para que permanezca en el tiempo. “La cumbre de París [COP21] fue una llamada a todos los agentes. El compromiso del Gobierno es la elaboración de esta ley; tenemos que apostar por reducir un 40% las emisiones de aquí a 2030”.
¿Cómo? Joaquín Mollinedo, director de Relaciones Institucionales y Sostenibilidad de Acciona, centró el debate en los esfuerzos que se necesitan para ese cambio de modelo: “El nuevo paradigma de energía limpia exige la electrificación y la descarbonización de la economía. Las renovables son ya competitivas, no son necesarios modelos clásicos de impulso. Las Administraciones públicas pueden aparecer como prescriptores de su uso e introducir criterios renovables en procedimientos de licitación de sus propios consumos. O establecer fórmulas que promuevan el consumo responsable por parte de sus consumidores a través de beneficios en los impuestos de la electricidad”.
Los Gobiernos tienen en su mano iniciar ese cambio, por ejemplo con la modificación de tarifas eléctricas “de modo que se estimule el consumo de renovables en determinados periodos de tiempo: extendiendo las tarifas supervalle para recarga de vehículos eléctricos o incluir información mucho más detallada en la factura eléctrica y no, como se venía haciendo hasta ahora, señalar los impuestos a las renovables para demonizar esa energía”. Según Mollinedo son necesarios, a la vez, incentivos a la demanda e impulsos a la inversión. Y en lo segundo, las empresas piden que se eliminen trabas -“estamos llenos de cánones, autonómicos, locales, impuestos…”- y se reforme el sistema tributario para penalizar a las entidades más contaminantes.
Porque, como ocurre con el paso del tiempo, algunos acontecimientos son inexorables, y el cambio climático tiene su propia inercia. Javier Martín, climatólogo y catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona, alertó sobre sus consecuencias. “La cuenca del Mediterráneo, incluida la Península, está mostrando una elevación de la temperatura algo superior a la media planetaria. Los últimos datos hablan de 0,24 grados por década desde 1950 hasta la actualidad. Más de dos grados en un siglo. Y eso es mucho”. Lo que le preocupa es la urgencia en la acción.
“El sistema climático no solo es la atmósfera, sino los océanos, la biosfera… Todos tienen una gran inercia en sus comportamientos. Lo que hicimos mal décadas atrás en cuanto a emisiones de gases de efecto invernadero seguirá ahí las próximas décadas. El mundo ha de saber que, hagamos lo que hagamos -y en esto los modelos climáticos son bastante concluyentes-, el planeta todavía verá elevar su temperatura unas décimas más”. Eso, en el mejor de los casos. El pesimismo o la resignación, sin embargo, no son una alternativa.