El estudio está dirigido por Andrés Barbosa Alcón, del departamento de Ecología Evolutiva del MNCN.
En las colonias de aves marinas de la Antártida existe vida más allá de los pingüinos. La garrapata Ixodes uriae, un ectoparásito que infecta a más 50 especies, es un vecino habitual de las aves marinas de las regiones circumpolares. Este minúsculo artrópodo se concentra en gran número debajo de las rocas en las colonias de pingüinos; lo cual, no deja de ser un problema ya que esta garrapata actúa como vector de virus, bacterias y protozoos patógenos para los pingüinos y otras aves marinas de los ambientes antárticos. Entre las múltiples enfermedades que puede transmitir está la borreliosis o enfermedad de Lyme, provocada por la bacteria Borrelia burgdorferi, que afecta a los humanos y puede llegar a provocar artritis, trastornos cardiacos y neurológicos.
La interacción entre parásitos y hospedadores tiene importantes implicaciones porque modela la dinámica evolutiva de las especies. Las garrapatas se alimentan de la sangre de su hospedador y afectan de distinto modo a las aves que parasitan, ya sea provocando un retraso en el desarrollo de los pollos o su muerte y, más raramente, la muerte de adultos.
"Hasta ahora sólo se conocía un enclave donde se encontraban las garrapatas en la Antártida y se pensaba que su distribución era muy restringida. Sin embargo nuestros resultados indican que tienen una distribución muy amplia y con gran abundancia en la región norte de la península Antártica, mientras que probablemente estén ausentes en el sur" indica Andrés Barbosa, investigador del MNCN, junto con el que han participado científicos de la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC), Universidad de Murcia, Instituto Antártico Argentino y CONICET argentino.
Este patrón de distribución podría explicarse por el transporte de los huevos de las garrapatas en las patas de las aves migradoras desde sus territorios de cría a las zonas de invernada. Otra hipótesis alternativa para justificar la presencia de garrapatas en la Antártida podría ser la deriva continental, según la cual estos artrópodos serían un relicto de la fauna terciaria.
Aunque los microorganismos susceptibles de causar enfermedades son comunes en la fauna silvestre, éstas no siempre se manifiestan porque el sistema inmunológico de los animales hospedadores no lo permite. Sin embargo, si ocurre un cambio ambiental importante, puede llegar a destruirse ese equilibrio y provocar enfermedades que pongan en peligro la supervivencia de las especies hospedadoras.
En los últimos 50 años se ha constatado un incremento en las temperaturas registradas en la Antártida. Por otra parte, se ha observado un aumento en el número de garrapatas en los años más cálidos en zonas del Ártico. Todo ello, sugiere que las garrapatas pueden constituir un excelente indicador del cambio climático en la Antártida.