El acuerdo firmado este sábado en París es un enorme paso adelante en la lucha contra el calentamiento global. Un mensaje planetario que nos dice que comienzan a soplar vientos de cambio después de veinte años de negociaciones infructuosas y fracasos estrepitosos.
Si bien es un acuerdo decisivo y digno de celebrar, está muy lejos de suponer un contexto de seguridad climática para el planeta ni implica los profundos cambios que son necesarios para mantener la temperatura global por debajo de los 2ºC.
El hecho de que sea un documento consensuado y mayoritariamente apoyado por todas las partes es quizá más relevante que el hecho de que sea vinculante, pues está por ver si posteriormente será ratificado, cosa que debería suceder en abril de 2016.
El documento marca la meta para el siglo XXI de no superar los 1,5ºC de calentamiento pero no define cómo se va a conseguir. Se ha marcado la altura del listón pero, por el momento, la escalera que tenemos para alcanzarlo no es lo suficientemente larga.
El propio documento así lo admite e insta a las partes a asumir mayores compromisos, revisables en periodos de 5 años.
Al margen de las deficiencias del acuerdo dos hechos son incontestables. Uno es que la descarbonización de la economía y el principio del fin de los combustibles fósiles son algo ya inevitable que veremos a lo largo del siglo XXI, quien no se suba a este tren se va a quedar atrás.
El otro es que el movimiento por el clima es imparable y no es sólo asunto de ecologistas. En este movimiento global participan cada vez más personas, empresas, instituciones de todo tipo, ciudades e incluso estados con el objetivo común de salvar el clima y el planeta. Nuestra voz se ha escuchado en París y este es sólo el comienzo.
Es destacable el hecho de que no se haya aprovechado la oportunidad para avanzar de modo ambicioso con medidas claras y rotundas, pero tomamos este acuerdo como una puerta abierta a la esperanza, como un espaldarazo que dará impulso a todas aquellas iniciativas que buscan evitar emisiones de gases contaminantes y que mejorarán nuestras vidas de forma inmediata.
De un modo u otro estamos viviendo un gran momento.
El momento de que los ciudadanos, las empresas, las instituciones y los políticos lideren la transición hacia un nuevo modelo energético, productivo y de consumo.
Es una oportunidad para que nuestro gobierno, el que los españoles decidamos en las urnas en las próximas elecciones, asuma su responsabilidad y sitúe a nuestro país a la cabecera mundial de la lucha contra el cambio climático.
Tenemos trabajo que hacer por nuestro planeta. Tenemos que hacerlo juntos y hay que hacerlo ya.