Sistemas naturales
La 21ª Cumbre de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP21), celebrada recientemente en París, cerró con el objetivo de que el aumento de la temperatura media mundial quede “muy por debajo” de dos grados centígrados al final del siglo. Este incremento de temperaturas puede modificar el comportamiento de los sistemas naturales, especialmente aquellos que son manejados por el hombre, como los pastos arbolados y, en particular, las dehesas. La revista Agricultural Systems acaba de publicar un estudio realizado por profesores-investigadores del Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (CEIGRAM) -institución de la que forman parte la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), la Entidad Estatal de Seguros Agrarios (Enesa, organismo autónomo del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente) y Agromutua-MAVDA (entidad aseguradora privada del sector agrario)- que analiza el impacto de las sequías en las explotaciones ganaderas de las dehesas.
La ganadería extensiva de carne en España se desarrolla en gran medida en sistemas de producción pastorales. Entre ellos destaca la dehesa, con algo más de 3,5 millones de hectáreas, distribuidas mayoritariamente en el oeste y en el sur de la península ibérica, donde estos ecosistemas tienen un importante papel socioeconómico y ambiental. Se trata de un tipo de explotación ganadera que ha modelado un ecosistema mediterráneo único para encontrar una interacción beneficiosa de sus componentes agrícola, pecuario y forestal.
La sequía es un fenómeno complejo. Su inicio y fin no resultan claros debido a que sus efectos son acumulativos; así, su grado de severidad está condicionado tanto por factores socioeconómicos como ambientales. En zonas semiáridas, el riesgo de sequía en pastos es alto y puede traducirse en considerables pérdidas socioeconómicas y ambientales si no existen estrategias de adaptación adecuadas que mitiguen sus efectos. Además, los eventos de sequía están intensificándose debido al calentamiento global. En los pastos anuales de dehesa, las precipitaciones son la principal variable conductora de la oferta de forraje para el ganado, oferta que se ve atenuada o amplificada por el tipo de suelo, según sea más arcilloso o más arenoso, respectivamente.
Para analizar esa complejidad, el equipo del CEIGRAM ha desarrollado un modelo bioeconómico que permite caracterizar el riesgo de sequía en los pastos de la dehesa española y evaluar cómo influyen en el riesgo económico de la explotación las estrategias de adaptación, tales como la carga ganadera. Siguiendo un enfoque holístico, el modelo propuesto simula las complejas relaciones climáticas, ecológicas y económicas que participan en la dinámica de un sistema de ganadería extensiva típico de la dehesa de Andalucía. El modelo incluye variables meteorológicas, edáficas, de manejo y socioeconómicas, que diariamente permiten simular la oferta forrajera, el consumo de los animales y las decisiones de le explotación.
Los resultados muestran la existencia de un desfase temporal entre el riesgo climático y el riesgo económico, teniendo este último un periodo de duración más extenso. El riesgo ligado a la variabilidad climática se concentra en primavera y al comienzo del otoño, mientras que el riesgo de sufrir pérdidas económicas aparece con tres o cuatro semanas de retraso y puede abarcar un periodo más prolongado.
La intensidad, frecuencia y duración son tres atributos cruciales que determinan el impacto económico de la sequía. Los resultados muestran que los ganaderos pueden llegar a sufrir pérdidas del 23%, con una probabilidad del 5% en el escenario actual. Aplicando el modelo a diferentes escenarios, se observa que un aumento del 20% respecto a la actual carga ganadera incrementa el beneficio medio de la explotación pero también eleva la probabilidad de incurrir en pérdidas severas durante episodios de sequia del 5% al 6,9%; por el contrario, una disminución de la carga ganadera del 20% reduce la probabilidad de experimentar impactos severos a menos del 4%. El análisis de sensibilidad demuestra que la reducción de la carga ganadera es una estrategia que permite mitigar el riesgo: si bien conlleva una disminución en el margen bruto medio de la explotación, permite mejorar el balance de la explotación en años de sequía.
En definitiva, los resultados obtenidos revelan la importancia de la carga ganadera para reducir la vulnerabilidad de los ganaderos ante episodios de sequía y ponen de manifiesto la importancia de diseñar medidas de apoyo para evitar que la intensificación lleve a los ganaderos a incurrir en importantes pérdidas económicas en años de sequía. Los investigadores sostienen que el modelo desarrollado permitirá ampliar estos estudios a escenarios de cambio climático y explorar otras estrategias de adaptación.