¿Qué ventajas e inconvenientes tiene la geoingeniería para hacer frente al cambio climático?
Entre ellos, figura el experto de la Universidad de Stanford (EEUU) Ken Caldeira quien comenzó a investigar en 1998 sobre geoingeniería solar -gestión de la cantidad de luz solar que entra en la atmósfera- con intención de poder llegar a controlarla y poder, por ejemplo, invertir un calentamiento global.
Tras años de investigación, Caldeira ha explicado a Efe que el modelo que ha desarrollado sería “capaz de compensar el cambio climático que experimenta la mayor parte de la población”, al menos desde el punto de vista experimental, aunque “siempre queda la duda de qué ocurriría en realidad”. En todo caso, ha insistido en que la geoingeniería no reduce la necesidad de construir un sistema energético más limpio, “que no se base en usar el cielo como un basurero para nuestro CO2”.
Algunos proyectos de este tipo están disponibles en el mercado, como demuestra el hecho de que en marzo de 2012 la Comunidad de Madrid destinara cerca de 120.000 euros a un proyecto para incrementar las precipitaciones de nieve mediante tecnologías de “estimulación controlada de las nubes” a la empresa alemana Radimeter Physics. En 2006, la entonces presidenta madrileña Esperanza Aguirre ya se interesó por este asunto durante un viaje oficial a Israel, país que trabaja desde hace 30 años en tecnología de “bombardeo de nubes” para obtener lluvias a la carta.
Imita procesos naturales
La geoingeniería también imita procesos naturales, como la iniciativa desarrollada por la Universidad de Columbia (EEUU) para crear árboles sintéticos capaces de capturar y almacenar CO2 como lo hacen los reales, pero con mayor rapidez y eficiencia, o el de la empresa suiza Climeworks, que ha construido la primera planta comercial de captura de dióxido de carbono directamente del aire para transformarlo en fertilizante.
El geoquímico holandés Olaf Schuiling de The Olivine Foundation ha explicado a Efe otra iniciativa, "SmartStones", basada en la capacidad del mineral olivino para absorber CO2 y cuyo desarrollo a gran escala, en su opinión, constituiría “una forma barata y poderosa de contrarrestar el cambio climático”.
Otros proyectos de geoingeniería abarcan desde el lanzamiento de microcristales al espacio o partículas de sal para que la radiación rebote hasta el vertido de hierro en los océanos para fomentar el crecimiento de plantas microscópicas que absorban CO2 y lo arrastren al fondo del mar.
Una situación que, ha reconocido a Efe, “en el fondo, no sorprende pues estamos hablando de manipular la naturaleza y no deberíamos jugar a ser Dios, porque ella tiene sus propios ciclos, que siempre han existido”. Por ello, Gómez Cantero se pregunta si “quizá deberíamos dejar la geoingeniería en stand by y dejar de pensar que la tecnología nos salvará” en lugar de actuar cambiando el modelo energético vigente, que genera tantas emisiones de gases de efecto invernadero.