Según estos investigadores, los briozoos mantuvieron un crecimiento constante hasta 1990, momento en el que su crecimiento se dobló. En la revista Current Biology se han publicado sus hallazgos, que proporcionan información novedosa sobre el mecanismo de almacenamiento del dióxido de carbono (CO2) en el fondo del mar y podrían resultar de utilidad para geólogos y ecologistas que traten de prever el cambio climático.
El briozoo investigado es Cellarinella nutti (C. nutti), un invertebrado que se alimenta por filtración y que tiene el aspecto de ramitas bifurcadas. C. nutti se emplea con profusión en estudios científicos por su gran abundancia en el Antártico. Una de las ventajas para evaluar C. nutti es que en su esqueleto conserva un nítido registro medioambiental macroscópico que recuerda a los anillos de crecimiento observados en los troncos de los árboles.
"Esta es una de las escasas pruebas de que recientemente la vida en la Antártida ha cambiado radicalmente", explicó el primer firmante del artículo, David Barnes, de la British Antarctic Survey. "Estas criaturas están absorbiendo más dióxido de carbono del medio ambiente y "encerrándolo" en el lecho marino".
Los autores indican que el crecimiento acelerado de C. nutti apunta a un incremento inmediato de la producción regional del fitoplancton del que se alimentan los briozoos. El CO2 disuelto en el agua marina es importante para estas algas por cuanto posibilitan su supervivencia.
El carbono contenido en las algas es absorbido en primer lugar por C. nutti y a continuación se incorpora a su esqueleto y demás tejidos. A medida que crecen estas criaturas, algunas partes de su cuerpo se desprenden y se hunden hasta el fondo marino, donde acaban soterradas.
"De lo anterior se deduce que la cantidad de carbono que se incorpora al lecho marino está en aumento", apuntó el Dr. Barnes. "Entre tanto, en todo el mundo estamos cobrando conciencia de la necesidad de reducir el dióxido de carbono de la atmósfera".
Lo más probable es que este cambio se deba a la disminución del ozono, que desde 2000 ha provocado un aumento de la velocidad de los vientos. El Dr. Barnes aclaró que el mayor vigor de los vientos resulta extremadamente beneficioso para el plancton, puesto que las corrientes de aire despejan de hielo el mar, favoreciendo la circulación de las aguas superficiales.
"Si estamos en lo cierto, se trata de un caso raro de animales que responden a un fenómeno global, el agujero de la capa de ozono, y a la vez afectan a otro, el efecto invernadero", comentó el Dr. Barnes.
La expedición al Polo Sur de Scott
Su investigación se sustentó en gran medida en las antiguas colecciones marinas recabadas por el capitán Robert Falcon Scott, explorador y pionero de las regiones polares que estuvo al frente de las expediciones antárticas británicas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En el estudio también se emplearon especímenes conservados en museos de Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos.
"La expedición más célebre de Scott fue la que llegó al Polo Sur, pero se le había adelantado otro equipo encabezado por el explorador noruego Roald Amundsen", recordó el Dr. Barnes. "El equipo de Scott falleció en 1912 cuando regresaba a su base para aprovisionarse de alimentos, y por ello su nombre no suele asociarse al éxito. Lo que no todos saben es que sus expediciones fueron científicas por encima de todo y que las colecciones de material e información que obtuvieron fueron impresionantes incluso para los patrones actuales".
El estudio referido subraya la dificultad de comprender la manera en que procesos de gran envergadura como el cambio climático y el agujero de la capa de ozono afectan a nuestro planeta. Harán falta más investigaciones para esclarecer la importancia de la función desempeñada por C. nutti en el medio ambiente, pero por el momento los autores le atribuyen un papel reducido.
"No obstante, opinamos que al derretirse parte de la placa de hielo y del hielo marino por el cambio climático, y al intensificarse los vientos por la pérdida de ozono, hay motivos para confiar en que se esté produciendo el tan necesario proceso de almacenamiento de carbono en el fondo del Océano Antártico", matizó el Dr. Barnes. "Hay pocos otros lugares en el mundo en los que puedan darse cambios globales y regionales que extraigan más carbono del sistema".
Al estudio contribuyeron científicos del Instituto de Oceanología de la Academia de las Ciencias de Polonia, el Museo de Historia Natural del Reino Unido, y el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsonian de Washington y el Museo de Historia Natural de Virginia (ambos en los Estados Unidos).