La adopción de la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fue una victoria para los pueblos y habitantes de los 193 estados firmantes pero, sobre todo, fue una oportunidad para la vida en el planeta.
Ahora tenemos otra para reflexionar sobre los primeros cuatro años del logro de los ODS. En este periodo nunca estuvieron tan presentes en la sociedad ni la crisis climática ni las desigualdades, y jamás vimos manifestaciones de la juventud o el feminismo tan importantes. Son el primer puntal para detener cuatro años de retrocesos en igualdad y sostenibilidad.
Diversos informes constatan importantes pasos atrás en áreas clave del camino hacia el desarrollo sostenible: se ha reducido nuestro espacio cívico y democrático, al tiempo que ha emergido un fuerte discurso del odio y se ha activado una cruzada contra el multilateralismo.
La crisis climática y la destrucción de la biodiversidad afectan ya a nuestras vidas y todos los indicadores alertan de una sociedad cada vez más desigual. Vivimos un contexto de desplazamientos de población sin precedentes en el que millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares y a perder sus vidas en rutas migratorias cada vez más peligrosas.
Y la violencia hacia las mujeres, en todas sus manifestaciones, sigue siendo una lacra mundial. Todo ello constituye una alerta evidente de la urgencia de actuar de manera efectiva para revertir las desigualdades, la pérdida de derechos, la injusticia de género, los conflictos, la degradación del medio ambiente y el cambio climático.
ODS
Para conseguirlo, la acción colectiva es esencial a todos los niveles. Únicamente así podremos dar con soluciones efectivas para los desafíos actuales.
Y para poner en marcha estas soluciones es preciso recuperar las esencias y elementos más transformadores que hicieron que la Agenda 2030 se contemplara como una oportunidad para los cambios en los ODS que nuestro mundo necesita: su carácter universal, el diagnóstico de interdependencia de los grandes desafíos y la necesidad de abordarlos todos de forma conectada y simultánea en un trabajo armónico y sistémico que requiere coherencia entre todas las acciones emprendidas.
Tenemos motivos para el optimismo. Hemos asistido a una rebelión juvenil sin precedentes que ha sido capaz de poner en el centro de la atención mundial el cambio climático, y gracias a ellos y ellas hoy hemos conseguido que el mundo entero mantenga bajo escrutinio a los líderes del planeta durante los anuncios de la cumbre.
Futuro en común, plataforma intersectorial de organizaciones de sociedad civil, como parte del movimiento global #StandTogetherNow, pide al Gobierno un liderazgo positivo para movilizar soluciones internacionales a esta crisis múltiple. Los deberes empezaron ya en el segmento de la cumbre del clima celebrada el lunes.
La ciencia viene avisando de que solo hay un camino para mantener la integridad ambiental, y pasa por un recorte urgente a las emisiones en la próxima década, por lo que cada acción y cada minuto cuenta. Desde las organizaciones de la sociedad civil ya se lo hemos recordado.
Y sin embargo, los compromisos expuestos por Sánchez el pasado lunes en la cumbre climática son los mismos presentados ante la Comisión Europea y siguen muy alejados de los establecidos por la ciencia. La responsabilidad histórica, nuevamente, se queda para los demás.
Justicia social y ambiental
Y ya no puede negarse que la justicia social y la justicia ambiental sean dos caras de la misma moneda. La ruta hacia la sostenibilidad ambiental solo puede trazarse desde el abordaje de la pobreza y las desigualdades, que deben ser enfrentadas multidimensionalmente para cumplir el compromiso de «No dejar a nadie atrás».
Medidas ambiciosas para avanzar hacia sistemas fiscales nacionales e internacionales justos que permitan sufragar la protección social y las políticas públicas esenciales para la cohesión de cualquier sociedad, como la salud y la educación, deben ser acordadas.
Y para que el trabajo vuelva a ser condición para una vida digna, se deberán alcanzar compromisos para acabar con la precariedad laboral y reducir el desempleo, asegurando condiciones igualitarias para las mujeres y hombres.
También estaremos en la defensa de los espacios cívicos y el multilateralismo. Cada vez son más los países en los que la participación de la sociedad civil está cerrada o seriamente obstaculizada. Y, como la propia resolución que aprueba la Agenda 2030 destaca, el papel de la sociedad civil es imprescindible.
Responsabilidad compartida
La responsabilidad compartida, pero diferenciada, es uno de los principios fundamentales de la Agenda 2030, debiendo ser asumida universalmente por los Gobiernos y otros actores como universidades, sociedad civil y tejido empresarial.
Y, al igual que alertamos de las trabas para la participación de la sociedad civil, también observamos riesgo de privatización de la Agenda y los recursos para conseguirla, acompañada del lavado verde de algunas empresas así como de un merchandising superficial que evita afrontar los cambios profundos y transformadores que exige su puesta en marcha.
Esta cumbre debe tener como resultado una mayor ambición y a gran escala en los compromisos sobre los ODS y el cambio climático, desigualdades y pobreza, ratificando la apuesta de 2015 por una transformación de nuestro mundo. Las generaciones de hoy y las próximas necesitan que lo hagamos mejor. Solo tenemos 11 años más para alcanzar el futuro que imaginamos en la Agenda 2030.
Fuente: N. DÍAZ / M.GORDILLO / A. GONZÁLEZ / EL PAÍS,
Artículo de referencia: https://elpais.com/elpais/2019/09/24/planeta_futuro/1569326351_599132.html,