Cambiar la hora
El debate sobre si realmente compensa cambiar la hora no ha podido ser esclarecido del todo por la ciencia. Y eso que no son pocos los estudios que han intentado determinar hasta qué punto afecta a la salud modificar el reloj dos veces al año o si verdaderamente sirve para ahorrar energía.
Esta costumbre, que comenzó durante la Primera Guerra Mundial en Alemania y en sus países aliados para aprovechar mejor la luz solar, la llevan a cabo en la actualidad más de 70 naciones. En España, tras unos años sin aplicarla, se retomó en 1974, cuando la medida se generalizó como consecuencia de la gran crisis del petróleo.
«La conveniencia o no de hacer el cambio siempre ha sido motivo de discusión pero nunca se ha llegado a una conclusión clara. El argumento que solía darse es que suponía un ahorro de energía. Quizás ocurría hace tiempo, cuando la gente se guiaba más por el sol. Pero hoy en día no está claro que suponga un ahorro», señala Antoni Diez Noguera, catedrático de Fisiología de la Universidad de Barcelona y experto en cronobiología.
Los estudios actuales apuntan a un modesto ahorro energético que la Unión Europea estima entre un 0,5 y un 2,5%. Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el potencial de ahorro en iluminación en España por el cambio de hora podría llegar a representar un 5% del consumo eléctrico, que equivaldría a un ahorro de unos 300 millones de euros.
Adelanto y retraso de relojes
En la actualidad, unos 1.500 millones de personas en todo el mundo adelantan y retrasan sus relojes. Japón y la India figuran entre los grandes países que no han aplicado esta medida.
La directiva Europea 2000/84 unificó los días en los que se producen las modificaciones de hora en todos los países de la UE: el último domingo de marzo y octubre, respectivamente. El último cambio fue el pasado 25 de marzo, cuando los relojes pasaron de las 2 a las 3; el siguiente será el 28 de octubre, cuando a las 3 habrá que mover las manecillas a las 2.
Un pequeño ‘jet lag’
Cada vez que llegan esos dos momentos del año, surge de nuevo el debate sobre los posibles efectos adversos para la salud: «Desde el punto de vista biológico no hay estudios concluyentes de que el cambio de hora produzca trastornos a nivel fisiológico. Sí ocasiona molestias o pequeños desajustes, pero más personales o domésticos, como tener apetito antes. Es como un jet lag pequeñito. Por eso yo siempre prefiero hablar de molestias y no de trastornos», argumenta Diez Noguera.
Estas molestias, añade, afectan especialmente a la población más vulnerable o sensible, como los ancianos y a los niños.
Efectos del cambio horario
Sí que se han demostrado, sin embargo, los efectos del cambio horario en la seguridad vial. Varios estudios concluyeron que el día que se ajusta el reloj y las dos o tres jornadas siguientes hay más accidentes de tráfico: «Se juntan dos cosas: por un lado, que estadísticamente la gente tiene una hora menos de sueño, lo que puede repercutir en la atención al volante; y, por otra parte, que las personas que conducen en la franja horaria afectada pasan a hacerlo con unas condiciones de luz distintas», apunta.
Para Diez, «lo más importante y lo mejor para el organismo es no cambiar, mantener la hora durante todo el año y adaptarnos a los cambios de luz», señala este experto, que se manifiesta «claramente a favor de no cambiar la hora».
Si finalmente se acuerda abolir esta medida, como aboga la Comisión, cada país podrá elegir su zona horaria. Desde el punto de vista del equilibrio del organismo ¿hay diferencia entre el horario de invierno y el de verano?.
«El horario de invierno es objetivamente el que está más ajustado a las horas de luz solar. Te deja más tiempo para dormir porque anochece antes, y en el de verano se alarga el día. Pero pienso que elegir uno u otro dependerá más de los gustos o de las costumbres. Personalmente a mí me gustaría más el de verano porque dispones de más horas de luz pero hay argumentos a favor y en contra de los dos», opina Diez.
Fuente: EL MUNDO / TERESA GUERRERO,
Artículo de referencia: http://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2018/09/01/5b89275a468aeb46228b4657.html