Todos los seres vivos del planeta poseemos un patrimonio genético común. Los humanos, por ejemplo, compartimos más del 99 % del genoma con los chimpancés, pero también la mitad con los plátanos. Esto ha permitido a los expertos deducir que la vida en la Tierra tuvo el mismo origen -esto es, surgió una sola vez- y que debe existir un único antepasado de todos los organismos que la habitan, desde las bacterias hasta las ballenas azules. Este ancestro universal se conoce como LUCA, acrónimo en inglés de Last Universal Common Ancestor. Los investigadores piensan que pudo surgir en ambientes semejantes a los géiseres y fuentes geotermales del Parque Yellowstone, en Estados Unidos (foto).
Como su nombre indica, se trata del último antepasado común a todas las formas de vida, pero no representa el estadio más temprano de la evolución. Es más, lo que sucedió antes de él es algo que todavía no conocemos muy bien. Por otro lado, que todos los seres vivos compartan el mismo código genético no nos dice nada sobre la naturaleza de LUCA.
Podríamos partir de este supuesto: ¿qué rasgos son comunes a toda la vida celular? Para determinarlo, quizá deberíamos comparar los genomas representativos de los tres dominios naturales: arqueas, bacterias y eucariontes. Los genes que sean comunes a todos ellos también habrían estado presentes en LUCA.
Pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. Un problema es que los genes se mueven de un organismo a otro, en un proceso denominado transferencia horizontal. Por ejemplo, hace 100 millones de años la bacteria Escherichia coliadquirió al menos un 10 % del genoma a través de más de doscientos eventos de este tipo.
También puede suceder que ciertos genes que se encontraban en LUCA hayan dejado de ser universales, esto es, que desaparecieran de algún dominio. Hay científicos que sostienen que la citada transferencia es tan importante que, en la práctica, es imposible construir los árboles evolutivos -algo así como las genealogías-, mientras que otros piensan que tal fenómeno resulta insignificante.