El vuelo de las aves viene marcado por la forma de sus huevos

La forma del huevo aviar ha fascinado a los seres humanos durante milenios -incluso Aristóteles escribió al respecto-, pero todavía falta la respuesta a esta simple pregunta: ¿por qué evolucionaron las diferentes formas de huevo y cómo?.

Una investigación que se publica en Science, y que recoge Europa Press, tiene la respuesta: la forma del huevo está relacionada con la capacidad de vuelo y la membrana del huevo puede desempeñar un papel crítico en la determinación de la forma. "A diferencia de las hipótesis clásicas, descubrimos que el vuelo puede influir en la forma del huevo", afirma la autora principal del trabajo, Mary Caswell Stoddard, de la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, Estados Unidos.

"Las aves que son buenas voladoras tienden a poner huevos asimétricos o elípticos. Además, proponemos que la membrana elástica del huevo, no la cáscara dura, es responsable de generar la diversidad de formas del huevo que vemos en la naturaleza", explica esta investigadora.

Para desentrañar el misterio de la forma del huevo, un equipo internacional de científicos utilizó un proceso multidisciplinario de múltiples pasos, aplicando herramientas de informática, biología comparada, matemáticas y biofísica. En primer lugar, el equipo utilizó fotografías para analizar las formas de casi 50.000 huevos que representan 1400 especies.

Los huevos, de la base de datos digital del Museo de Zoología de Vertebrados en Berkeley, California, Estados Unidos, llegaron de todas partes del mundo y fueron recogidos en gran parte por naturalistas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Usando códigos de ordenador, los investigadores cuantificaron la asimetría y la elipticidad de cada huevo.

Al combinar la potencia del análisis de imágenes digitales de alto rendimiento con la riqueza de datos de la colección de huevos de los museos, el equipo pudo mapear el mundo de las formas de los huevos. El huevo más asimétrico fue el de la menudilla (Calidris minutilla) y el más elíptico, el huevo en forma de sandía del talégalo maleo, una especie indonesia que incuba sus huevos, enterrándolos en la arena calentada por el sol o en suelos volcánicos.

El equipo entonces desarrolló un modelo biofísico para explicar cómo los procesos en el oviducto de las aves podrían generar diferentes formas de huevo. Comenzaron con la simple observación de que la forma de un huevo no está determinada por la cáscara: tras disolver la cáscara calcificada y dejar el huevo sin cáscara, envuelto en la membrana, aún conserva su forma.



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