Todas las misiones lunares estadounidenses, más de 50 años después, son memorables. Cada una, a su manera. El Apolo 11 es conocido por ser la primera vez que los seres humanos pisaron la Luna. Apolo 12, por ser un poco más aparatoso. Apolo 13, por casi terminar en desastre. Y Apolo 14, el tercero de los seis alunizajes, por sus «árboles lunares».
Apolo 14: árboles lunares
El 31 de enero del año 1971, el Apolo 14 se lanzó desde la Tierra y pasó nueve días en el espacio exterior. Junto con el equipo necesario para la misión y dos pelotas de golf, el módulo de comando de Kitty Hawk también viajó con 500 semillas de árboles. Fue Stuart Roosa, uno de los astronautas a bordo, quien llevó consigo una pequeña bolsa de lona con las simientes. Mientras sus compañeros caminaban sobre la superficie del satélite, Roosa y las semillas volaron alrededor de la luna hasta que la tripulación estuvo lista para regresar.
«En la década de 1970, los astronautas llevaban todo tipo de cosas a la Luna», explica Sergi Vaquer Araújo, médico aeroespacial sénior de la Agencia Espacial Europea (ESA). «Fue el Jefe del Servicio Forestal de los Estados Unidos quien contactó con Roosa y le propuso enviar al espacio algo ‘’pequeño pero poderoso’’ entre sus pertenencias personales: semillas de árboles», apunta. Querían comprobar cómo afectaría el espacio exterior a las simientes. Y Roosa sería su mejor guardián pues, en la década de los 50, el astronauta había trabajado como paracaidista en incendios forestales.
A Roosa le encantaba la naturaleza. También los aviones. Desde niño, siempre había querido ser piloto, según ha relatado su hija Rosemary en varias entrevistas. Tras su etapa como bombero, se convirtió en un hábil piloto de pruebas para las Fuerzas Aéreas estadounidenses. En 1966, fue seleccionado como astronauta. Su primer vuelo espacial fue como piloto del módulo de comando del Apolo 14. Antes de despegar, un genetista entregó a Roosa semillas de cinco especies: sicómoro americano, secuoya, pino piñonero, abeto de Oregón y liquidámbar.
Las simientes nunca tocaron la superficie lunar, sino que orbitaron 34 veces alrededor del satélite, antes de dirigirse a casa. Una vez que los astronautas regresaron, las semillas (dentro de su recipiente) se sometieron al procedimiento normal de descontaminación. Pero hubo un problema: la bolsa se rompió y se mezclaron. En ese momento, los expertos creyeron que se habrían dañado y que no lograrían germinar en la Tierra.
Más de 420 plántulas
Afortunadamente, los investigadores lo intentaron de todos modos y descubrieron que la mayoría sobrevivirían. Pocos años después, el Servicio Forestal estadounidense tenía más de 420 plántulas. Entre 1975 y 1976, la mayoría fueron entregadas a grupos forestales estatales para que las plantaran en la celebración del bicentenario del país. No todos los estados recibieron árboles, dado que las cinco especies eran autóctonas de las regiones del oeste y del sur de EEUU y no habrían prosperado en otros climas.
Otros árboles jóvenes encontraron hogares prominentes en suelo americano, como la Casa Blanca, la Estación Espacial Kennedy (Florida) y varias universidades, entre otras ubicaciones. Algunos árboles, incluso, se regalaron como presentes a otros países. Hay tres en Brasil, posiblemente haya uno en Francia, otro en Suiza y quizá en Japón. También se dice que se plantaron entre 12 y 15 árboles de primera generación en Reino Unido.
La verdad es que se desconoce por completo el estado de la mayoría de ellos, pues la NASA jamás llevó la cuenta del número de árboles lunares que se plantaron por el mundo ni dónde terminaron las semillas del Apolo 14. La única base de datos que existe se la debemos a Dave Williams, un científico planetario del Centro de Vuelo Espacial Goddard, que hace 25 años se encargó de localizar tantos como pudo (logró contabilizar 40). No formaba parte de su trabajo y tampoco es un experto en árboles, pero Williams se ha convertido, gracias a sus esfuerzos, en el único experto en árboles lunares del mundo.
La cifra de árboles lunares ha aumentado a lo largo de los años
Aunque casi la mitad de los especímenes localizados por el científico han muerto, se sabe que la cifra de árboles lunares ha aumentado a lo largo de los años, ya que se hicieron recortes de los originales y se replantaron. Los de segunda generación se llaman «árboles de media luna», aunque ya se ha alcanzado una tercera.
El último conocido (nieto de los originales) se plantó en 2019. Fue Mike Pence, ex vicepresidente de los EEUU en la legislatura Trump, quien empuñó la pala y enterró un esqueje de pino en su casa oficial, en Washington DC. El acto fue parte de una estrategia política que pretendía «devolver el liderazgo americano al espacio».
Huelga decir que los árboles lunares crecieron normalmente, sin diferencias observables en comparación con sus contrapartes de la Tierra. Pero, ¿es posible que las semillas cambiaran después de su viaje espacial?
«Ahora sabemos que la radiación cósmica, las partículas de alta energía contra las que normalmente estamos protegidos por la atmósfera de nuestro planeta, es un problema real en el espacio», explica Vaquer Araújo. Los astronautas en las misiones de Apolo fueron expuestos a varios tipos de radiación, y eso también se aplicó a las semillas.
No obstante, estas son extremadamente resistentes. De hecho, algunas pueden sufrir 200 veces la dosis de radiación necesaria para matar a un humano y, aún así, germinar. «También está el problema de la falta de gravedad y cómo eso podría haberlas afectado, pero la mayoría de investigaciones en este sentido se realizan en las plantas, no en las semillas», apunta el médico de la ESA. En general, es poco probable que estas cambiaran demasiado por su breve estadía en el espacio. Lo que sí sabemos, es que algunas todavía florecen.
Fuente: LAURA CANO LIÉBANA / LA RAZÓN
Artículo de referencia: https://www.larazon.es/medio-ambiente/20220311/wwfay7krivh5lbjnf24zowenue.html