Las noches de verano tienen aparejadas a unos compañeros casi inseparables: los mosquitos. Esos insectos que zumban en nuestros oídos anunciando su molesta presencia, que suele acabar con rojas picaduras más o menos visibles que luciremos (y rascaremos) durante unos días.

Pero entre la población diana hay quien no sufre apenas sus efectos, solo provocados por las hembras, que buscan energía para poder poner huevos. Entonces, ¿cuál es el mecanismo de elección entre sus víctimas de estos pequeños e irritantes seres?

Los mosquitos tienen varias formas de detectar a sus nuevas presas, principalmente combinando el olfato, la vista y detectores térmicos. Así, poseen comportamientos especializados y órganos sensoriales únicos para encontrar víctimas siguiendo los sutiles rastros químicos que dejan sus cuerpos.

En particular, los mosquitos dependen del dióxido de carbono para encontrar a sus huéspedes. Y la mayoría expulsamos este componente, que aunque acaba diluido en el aire, tarda un tiempo en mezclarse, provocando una especie de reguero o «migas de pan» que atraerán al mosquito hacia donde estamos.

«Los mosquitos comienzan a orientarse a esos impulsos de dióxido de carbono y continúan volando contra el viento mientras perciben concentraciones más altas que las que contiene el aire ambiente normal»explica a LiveScience Joop van Loon, entomólogo de la Universidad de Wageningen en los Países Bajos. Usando dióxido de carbono, los mosquitos pueden encontrar posibles dianas hasta a 50 metros de distancia.

Más peligro en las distancias cortas

Pero en espacios reducidos, como en una habitación, en la que la distancia es apenas de un metro, estos insectos pueden tener en cuenta mucha más información de su víctima, como la temperatura de la piel, la presencia de vapor de agua -humedad- y el color.

Incluso se ha llegado a apuntar a que nuestros genes son los responsables de la irremediable atracción que sienten hacia nuestros cuerpos.

Aún así, los científicos creen que la variable más importante en la que se fijan estos insectos cuando eligen a una presa -ya sea persona o animal, pues pican a cualquier vertebrado- son los compuestos químicos producidos por las colonias de microbios que viven en la piel de su futura víctima.

«Las bacterias convierten las secreciones de nuestras glándulas sudoríparas en compuestos volátiles que viajan a través del aire al sistema olfativo en la cabeza de los mosquitos», señala Van Loon.

Las bacterias más apetecibles y las menos atrayentes

Estos paquetes de productos químicos son complejos, incluyen más de 300 compuestos diferentes y varían de persona a persona según, precisamente, los genes y el entorno. De hecho, ser de la misma familia no implica tener la misma microbiota, lo que explicaría que a hermanos gemelos no sufran de la misma cantidad de picaduras.

Un estudio en 2011 publicado por la revista «Plos One» afirmaba que las personas con mayor diversidad de microbios en la piel tendían a sufrir menos a los mosquitos (y viceversa), e incluso se llegaron a detectar las bacterias más eficaces contra estos molestos compañeros de habitación.

En concreto, las personas con Leptotrichia, Delftia, Actinobacteria Gp3 y Staphylococcus tenían menos picaduras que los demás. En cambio, los portadores de las bacterias Pseudomonas y Variovorax en su piel eran más atractivos para estos seres.

No podemos hacer mucho por controlar esta micriobiota que, de hecho, puede cambiar a lo largo de la vida -particularmente si la persona enferma-. Pero sí que podemos vestirnos de un color que no sea el negro, un color que estos molestos pequeños adoran.

Fuente: ABC,

Artículo de referencia: https://www.abc.es/ciencia/abci-cual-razon-mosquitos-pican-mas-unas-personas-otras-201906242307_noticia.html,



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