Una parte de la tierra que pisamos podría proceder, literalmente, de otras regiones de la galaxia. Zonas muy alejadas del lugar en que nuestro planeta se encuentra y que para llegar hasta aquí habrían tenido que viajar años luz a través del espacio. Esa es la extraordinaria conclusión de un estudio recién aparecido en arXiv.org, que sugiere además que la Vía Láctea debería de estar repleta de rocas flotantes como Oumuamua, el famoso asteroide interestelar que atravesó como un rayo el Sistema Solar en octubre de 2017.

Según Michele Bannister, de la Universidad de Queen en Belfast, Reino Unido, y Susanne Pfalzner, del Centro de Supercomputación de Jülich, en Alemania, esas rocas podrían actuar también como «semillas» planetarias en sistemas solares muy jóvenes o en proceso de formación. Alrededor de ellas, dicen los investigadores, los mundos podrían empezar a formarse.

La idea tradicional es que los planetas se forman a partir del material que sobra tras el nacimiento de una estrella. Ese material, en efecto, se acumula alrededor de la estrella recién nacida formando discos de polvo y gas.

Después, la gravedad va haciendo, poco a poco, que el polvo se una en fragmentos cada vez mayores, «planitesimales» que, por la acreción de más y más material, terminan por convertirse en planetas propiamente dichos.

Pero numerosas observaciones parecen indicar que, a menudo, los planetas nacen mucho más deprisa de lo que predice este modelo. Y la presencia de objetos interestelares, como Oumuamua, podría ser la solución a esta discrepancia.

De hecho, si uno de estos objetos errantes terminara dentro del disco de acreción de una estrella recién nacida, podría jugar un papel decisivo en la formación posterior de sus planetas.

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Oumuamua

Los investigadores han estimado que debería haber aproximadamente 29 billones de objetos similares a Oumuamua por año cúbico en nuestra galaxia, flotando libremente tras haber sido expulsados de sus órbitas alrededor de sus estrellas locales.

Es probable que la mayor parte de esos objetos sean relativamente pequeños, oscuros y de rápido movimiento, por lo que hasta ahora solo hemos conseguido ver uno.

Según el estudio, muchos de esos objetos deberían estar moviéndose demasiado rápido como para quedar atrapados, y lo más probable es que la mayoría de los que finalmente se queden «enredados» en los discos protoplanetarios terminen por ser engullidos por la propia estrella.

Sin embargo, Bannister y Pfalzner calcularon que, aun con esas limitaciones, debería seguir habiendo por lo menos 10 millones de objetos del tamaño de Oumuamua (que mide unos 100 metros), o incluso mayores, alrededor de cada estrella de la galaxia.

«No es un proceso muy eficiente -afirma Bannister- pero la cuenta empieza con tantos de ellos que que al final aún quedan muchos». De los 10 millones de objetos interestelares grandes alrededor de cada estrella, es probable que miles de ellos tengan más de un kilómetro de diámetro, y algunos podrían ser incluso planetas enanos, de tamaño similar al de Ceres o Plutón.

Exiliados interestelares

Por lo tanto, una parte de esos «exiliados interestelares» podrían acabar atrayendo polvo, guijarros y gas y convertirse, eventualmente, en planetas completos. «Una fracción de los planetas que existen -dice Bannister- podría haber tenido un Oumuamua en su corazón».

La nueva idea tendría la ventaja de evitar los inconvenientes de construir planetas a partir de diminutos granos de polvo, y solucionaría también el problema de la velocidad a la que se forman esos nuevos planetas. Si la visión resulta ser correcta, se habrá dado un paso de gigante en la comprensión de los procesos que llevan al nacimiento de nuevos mundos.

El mecanismo, además, tendría también la virtud de retroalimentarse a sí mismo. Los sistemas con más planetas, en efecto, expulsan más rocas al espacio, lo que ayuda a crear más planetas en otros sistemas. En palabras de Bannister, «los sistemas planetarios están ayudando a construir otros sistemas planetarios».

Si ese fuera realmente el caso, se podría además explicar también por qué las estrellas más antiguas parecen tener menos planetas a su alrededor que las que se formaron en tiempos más recientes.

El razonamiento es sencillo: las primeras generaciones de planetas podrían haberse formado de la manera convencional y luego haber sembrado otros discos protoplanetarios con «Oumuamuas» desechados. Una idea, desde luego, bonita e interesante.

Fuente: José Manuel Nieves / ABC,

Artículo de referencia: https://www.abc.es/ciencia/abci-guarda-tierra-oumuamua-interior-201903202156_noticia.html,



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