Si alguna vez te cruzas con un puma en mitad de la montaña, es muy posible que el animal esté más asustado que tú. No es el único gran depredador que huye de la presencia humana, pero el equipo de Justine Smith ha demostrado hasta qué punto les puede alterar nuestra cercanía, incluso el mero hecho de escuchar nuestra voz.
En un trabajo publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B, Smith describe una serie de experimentos realizados con 17 pumas de las montañas de Santa Cruz, en California, cuyos movimientos siguen a través de GPS desde 2008.
Las pruebas consistieron en colocar un equipo de altavoces en una zona de caza de los pumas y activar distintos sonidos mientras filmaban sus reacciones. Como control, los autores pusieron el sonido de unas ranas mientras los pumas se alimentaban y posteriormente pusieron el sonido de una conversación humana.
Pumas
“Descubrimos que los pumas casi siempre huyen del sonido de los humanos y casi nunca del de las ranas”, explica Smith. En concreto, en 19 experimentos con hasta 17 pumas, los animales huyeron despavoridos de la voz humana en un 83 por ciento de las ocasiones y solo una vez de las ranas.
“Claramente tienen miedo de los humanos”, insiste el autor principal, un hecho que tiene implicaciones ecológicas respecto al impacto humano en las zonas donde habitan estos animales, ya que alteramos claramente sus hábitos de caza.
“Hemos visto que los pumas tardaron más tiempo en regresar hasta las piezas que habían cazado después de escuchar a los humanos y, como consecuencia, redujeron el tiempo de alimentación a la mitad”, insiste Smith.
“Esos cambios de comportamiento son significativos, y como hemos demostrado en un estudio anterior les obliga a aumentar un 36 por ciento su actividad precaria en zonas donde hay actividad humana”.
Lo que ocurre básicamente es que los felinos tienen menos tiempo para comer tranquilamente y se ven obligados a cazar más ciervos y otros animales, lo que tiene un impacto claro en el ecosistema.
“El miedo es el mecanismo detrás de esta cascada ecológica que va de los humanos y que incrementa su depredación sobre los ciervos”, asegura Chris Wilmers, el autor más veterano del estudio.
“Estamos viendo que la perturbación causada por los humanos – más allá de la caza- puede alterar el papel ecológico de los grandes carnívoros. A medida que invadimos en su hábitat, nuestra presencia afectará seguramente a la relación entre los depredadores y sus presas”.
Fuente: Voz Pópuli,