Un insecticida común aniquila a las abejas
La desaparición en todo el mundo de cientos de millones de abejas, eficaces polinizadoras y vitales para sostener el ecosistema, supone una gran preocupación para la comunidad científica. Una de las hipótesis utilizadas para explicar este colapso biológico ha sido el uso de los llamados insecticidas neonicotinoides, muy comunes en los cultivos agrícolas, ya que, al parecer, atacan de forma fatal el sistema nervioso del insecto.
La Unión Europa (UE) prohibió tres de ellos en 2013 como precaución durante dos años, pero el papel que juegan estos pesticidas en la muerte de los insectos ha sido motivo de controversia. Algunas voces críticas sostienen que los efectos negativos habían sido sobredimensionados, ya que en los experimentos las abejas podían haber sido expuestas a dosis más altas y durante más tiempo de lo que ocurre en realidad, y que el impacto de otras amenazas como el cambio climático era difícil de evaluar.
Pero ahora dos grandes estudios publicados en la revista Science vienen a confirmar las sospechas. Ambas investigaciones, las primeras que reflejan el mundo real por su tamaño y alcance, han demostrado que los neonicotinoides dañan a las abejas, reduciendo su capacidad de reproducción e incluso anticipando su muerte. Aunque también otros factores como el medioambiente local y el tipo de abeja influyen en el impacto, los efectos de estos pesticidas son casi siempre negativos.
En el primer estudio de campo, los investigadores del británico Centro de Ecología e Hidrología (CEH) expusieron a tres especies de abejas melíferas y silvestres de Reino Unido, Alemania y Hungría, a semillas de colza oleaginosa tratadas con neonicotinoides, la clotianidina de la firma Bayer CropScience y el tiametoxam de Syngenta, cuya venta y distribución fue prohibida por la UE durante dos años. Son productos que se emplean habitualmente para matar plagas como el escarabajo pulga del tallo de la col.
La exposición a gran escala a estos pesticidas, que se realizó en un área de 2.000 hectáreas, equivalente a 3.000 campos de fútbol, redujo el éxito de la hibernación de las colonias durante el invierno en dos de los tres países. En Hungría, el número de colonias disminuyó en un 24% la primavera siguiente. En Reino Unido, la supervivencia fue muy baja en general, pero más aún donde las abejas fueron expuestas a la clotianidina. En Alemania, sin embargo, no se notaron efectos nocivos.
En los tres países sí se registró un menor éxito reproductivo, reflejado en el número de reinas y la producción de huevos, vinculado con el aumento de los niveles de residuos de neonicotinoides en los nidos del abejorro común y la abeja Osmia bicornis.
Los investigadores creen que los diferentes impactos sobre las abejas entre países pueden estar relacionados con otros factores, como la disponibilidad de recursos alternativos de alimentación en las zonas rurales, así como la salud general de las colonias, ya que las abejas de Hungría y Reino Unido tienden a estar más enfermas. Por el contrario, las colmenas en Alemania pasaron a ser más grandes, mostrando pocas evidencias de enfermedad, lo que quizás pueda explicarse, según los autores, en que allí las abejas tienen acceso a una gama más amplia de flores silvestres para alimentarse.