Ecoturismo
Los ecoturistas quieren más y mejores senderos e infraestructuras para acceder a los recursos naturales y no tanto grandes instalaciones como los centros de visitantes y de interpretación que han proliferado durante las últimas décadas en muchos países.
Casi la mitad de los ecoturistas deciden sus destinos en función de esas infraestructuras y de que sean seguras, pero su decisión depende también de que puedan realizar actividades (senderismo, observación de aves u otras) que les acerquen a esos recursos naturales.
Los argumentos son del profesor estadounidense James Barborak, director del Centro para el Manejo y Capacitación en Áreas Protegidas de la Universidad Estatal de Colorado y miembro del grupo de Turismo y Áreas protegidas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Considerado como uno de los mayores expertos del mundo en ecoturismo, Barborak ha estado en España participando en diferentes foros sobre esta materia, y ha subrayado, en declaraciones a EFE, las numerosas coincidencias entre Estados Unidos y España en conservación y turismo.
El 15% de la superficie del planeta está protegida
Entre éstas ha citado que los dos países celebran 100 años desde que se creó la legislación que regula los parques nacionales y ambos son además líderes mundiales en turismo, en número de reservas de la biosfera, en restauración y en interpretación ambiental.
Barborak ha observado que las áreas protegidas cubren el 15 por ciento de la superficie terrestre del planeta -una cifra que en el caso de España se eleva, con datos de la red europea Natura 2000, al 27 por ciento- y que esos espacios proveen servicios ambientales vitales como el agua, previenen desastres, protegen la biodiversidad, favorecen una mejor salud física y mental y son además la base sobre la que se sustenta el turismo sostenible.
A su juicio las áreas protegidas no han sido siempre “amistosas” para los usuarios porque el acento se ha centrado en la protección y en su carácter “prístino” y se han desatendido aspectos como la investigación o sus potencialidades turísticas.
Pero la tendencia ahora se orienta, según el profesor estadounidense, a fomentar un uso adecuado de los recursos y a manejar las áreas protegidas con objetivos sociales, económicos, culturales o científicos, y sobre todo teniendo en cuenta a las poblaciones locales para que éstas sean las primeras beneficiarias.