La Agenda 2030 y los ODS presentan una doble dimensión
Este último fin de semana en Hamburgo, con ocasión de la reunión del G20, se ha vuelto a plantear el futuro del multilateralismo. Frente a la introspección norteamericana, Europa y España defendieron y deben de liderar el reforzamiento de las estructuras multilaterales. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) constituyen la nueva agenda global para resucitar el multilateralismo eficaz que todos necesitamos.
Esto explica el gran éxito de la agenda de Naciones Unidas en 2015: la adopción de una agenda a 2030 cuyos pilares más importantes son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS, en adelante), el Acuerdo de París y un nuevo enfoque, mucho más completo que el tradicional, sobre la financiación del desarrollo.
La Agenda 2030 y los ODS presentan una doble dimensión. Por un lado, cada país, cada institución ha de encontrar el modo en que alcanza las metas que nos marcamos colectivamente, sabiendo que todos tenemos un largo recorrido por delante. Por otro, los ODS representan la globalización en positivo. Los ODS son el instrumento esencial para establecer una globalización de la solidaridad. Es la agenda inclusiva que responde a la pregunta de cómo lograr bienestar para todos dentro de los límites del Planeta, entendiendo la enorme interdependencia que tenemos los unos con los otros.
España, tras décadas de desarrollo y progreso, ha atravesado años de ajustes de los que no necesariamente estamos saliendo en mejores condiciones para afrontar el futuro. La foto fija de 2017 que ofrece el índice anual de ODS elaborado por la Red de Naciones Unidas de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (UNSDSN, en inglés) muestra hasta qué punto estamos alejados de unas metas que nos hemos comprometido a alcanzar en poco más de 10 años. Una buena parte de los mismos inciden en el modelo social y económico de los españoles.
Pero también hay indicadores que muestran nuestro nivel de contribución a los bienes comunes globales, a la paz y la estabilidad, al progreso y el desarrollo en terceros países, a la protección del océano y su riqueza, a la lucha contra el cambio climático. Este índice incorpora como criterio los indicadores con “efectos secundarios”. Esto constituye una revolución a nivel de evaluación del comportamiento de los agentes internacionales y España no puede ignorar estas consecuencias.
Y es en esta última dimensión que los datos que aporta el Índice de ODS 2017 son particularmente preocupantes. La disminución de nuestra contribución a la ayuda al desarrollo es inaceptable. Deberíamos preguntarnos si un país como el nuestro, España, miembro del G20 y miembro de la OCDE, puede seguir contribuyendo con un 0,12 % a la AOD. Creemos que ha llegado el momento de plantearnos la necesidad de constitucionalizar el 0,7 % del PIB para la AOD.
Además, el mal comportamiento de las emisiones de gases de efecto invernadero o la falta de una estrategia activa para la protección del océano, arrojan un resultado más bien pobre que lastra la posibilidad de una recuperación de España en la escena política internacional.
La agenda hoy en América Latina, en el Mediterráneo y en África es la agenda del desarrollo sostenible, del acceso a servicios básicos y un desarrollo urbano compatible con la preservación de recursos y el bienestar social. Es la agenda de la energía limpia y eficiente, de la preservación del capital natural, de la identificación de las infraestructuras necesarias para estrategias de desarrollo bajas en carbono y resilientes al cambio climático.
La agenda de la geopolítica global y regional, así como la agenda bilateral con las grandes economías emergentes incorpora los ODS como dimensión imprescindible de la paz y la estabilidad; del crecimiento económico y el modelo industrial. La acción exterior de nuestro país debería incorporar en su agenda prioritaria la ayuda y contribución a todos los países latinoamericanos, mediterráneos y africanos para conseguir este objetivo común. Son espacios en los que España había ganado peso por derecho propio y de los que nos alejamos irremediablemente, si no mejoramos nuestra credibilidad y coherencia. Nuestro futuro colectivo está en juego.