La ecóloga y agrónoma Lily Foster, directora de “Huertos Concretos”, un huerto urbano en la Ciudad de México, contó a Efe que la agricultura urbana es un acto que restablece la conexión del ser humano con la naturaleza y sus semejantes, ayudando también a “reducir fuertemente el impacto de la huella ecológica”. Estos pequeños huertos en las copas de los edificios contribuyen a fomentar las actividades colectivas, ya que impulsan la cooperación, coordinación y las relaciones interpersonales.
Huertos urbanos
El primer paso para comenzar a cultivar ya supone un acto solidario con el medio ambiente, principalmente porque para generar abono tan solo deben reciclarse los desechos orgánicos que se generan en los hogares. La azotea de “Huertos Concretos” está expuesta a los rayos del sol y plagada de contenedores de material reciclado estéticamente dispuestos, en los que florecen cultivos de colores incontables, algunos listos para la cosecha; otros, más tímidos, empezando a salir.
Acelgas, kelites, tomates, pepinos, calabazas o fresas son algunas de las variedades que crecen en el huerto y que son utilizadas para la alimentación comunitaria, aunque en ocasiones también se hacen donativos. Más allá de los kilogramos que se producen, el huerto está más interesado en contabilizar “el valor nutritivo” que aportan los alimentos.
“Muchas de las especies que cultivamos no las podemos encontrar en el mercado o están en peligro de extinción. Los kelites son algo silvestre que crece en el campo, pero que si vas a comprarlo en el mercado no lo vas a encontrar” porque la “ciudad ha perdido esta tradición”, ejemplificó. La especialista indicó también que las azoteas son el lugar ideal, ya que en espacios sin uso se está construyendo “el campo del futuro”.
La experiencia de cultivar
“Los contenedores deben tener mínimo 40 centímetros para que las raíces de las plantas tengan bastante espacio. El contenedor debe poder aguantar la humedad constante a la que se expone con el riego, la lluvia, etcétera…”, explicó Foster.
Entregarse a un modo de vida como el que proponen los huertos urbanos requiere de un trabajo mental que pasa por, “en lugar de pensar en el valor monetario de las cosas, pensar en el valor que tiene la experiencia de cultivar”. Cuando se cultiva, uno comienza a “tener otra conciencia y otros conocimientos” esenciales que el ser humano ha ido olvidando por la industrialización, la mercadotecnia y estilos de vida inmediatos, con altas horas de trabajo y poco tiempo para disfrutar de un proceso concreto como es la agricultura.
Se establece “una conexión con la naturaleza” que muchas veces implica incluso mirar al cielo estrellado y estudiar los ciclos lunares. La agricultura biodinámica ve el ciclo lunar como un ciclo que corresponde al agua que está en el mar, pero también en las plantas, que son 60 % agua.
La luna llena o la luna menguante inciden en el modo de proceder de los agricultores, guiados por la carga energética de la misma. Es “algo muy primario de cómo funcionamos. Eso es lo interesante de la agricultura urbana hoy día, combinamos algo muy primario, muy de siempre, con un contexto hipertecnológico que es la ciudad”, aseveró. Los huertos urbanos siguen su camino instalándose poco a poco en el estilo de vida de sociedades modernas que deben avanzar hacia modelos sustentables.